Tengo un sobrino de cinco años que es la alegría de la familia. Es activo, cariñoso, pícaro y muy observador. Es un espía en potencia. Cada vez que entra en mi casa, en cuestión de segundos, hace un “scanner” fotográfico de cada cosa que hay en las mesas, sillas, estanterías, etc. Una vez realizado, lo compara con los scanner archivados de visitas anteriores y me dice…
– ¿Tío esto qué es? Señalándome algo nuevo (cogiéndolo en la mano) que ha visto y en lo que está interesado.
– Yo intento satisfacer su insaciable curiosidad con una sencilla respuesta. Normalmente acompañado de un efectivo: “Déjalo en su sitio”, en vez de un “no lo toques” de escasos resultados.
Hace unos días, en una de sus inesperadas visitas, yo me encontraba lavando los platos a espaldas de la mesa del comedor, a la que él se dirigió con un saludo cordial: