-Martín: “Yo creo que estoy enamorado de usted. A mi edad, lo más lógico hubiera sido callarme la boca. De todos modos, pase lo que pase, haga de cuenta que es un homenaje y, por favor, no se sienta molesta ni obligada a nada”.
-Laura: “Sí, comprendo”.
-Martín: “Comprende, pero ¿no tiene nada que decir?”
-Laura: “Dígame usted primero. ¿Qué quiere decir con que está enamorado?”
-Martín: “Creo que me voy a sentir más ridículo todavía”.
La tregua, película de Sergio Renán
No bastó con que la vida los separa. Se amaban. Todo era un compendio de emociones incontrolables. Sintieron el peso de lo que significaba quererse hasta el extremo. No aguantaron la distancia y la desesperación les hizo ir más allá. La pasión y el deseo incontrolable fueron los que detonaron sus tristes vidas. Ya no podían vivir el uno sin el otro. No midieron ni un solo segundo las consecuencias y urdieron un plan para escapar. Esa idea que se le ocurrió a él tenía visos de ser una posible salida. Era arriesgado, discutieron mucho, pero al final comprendieron que era la única manera para que su historia fuese posible. Olvidaron a sus familias, no tuvieron en cuenta a sus respectivas parejas, tampoco les importó su trabajo. Se lanzaron al vacío que da el sentir tan intensamente. Tuvieron miedo, pero aprendieron a tejer un mundo para ellos: ya nada podría separarlos. Cerraron los ojos. Desde aquella noche, decidieron vivir en un sueño.
-Coronel Samuel Trautman: “¡Se acabó, Johnny, se acabó!”
-Johnny Rambo: “No se acabó, no señor. Yo también tengo algo que decir. No era mi guerra. Me llamaron ustedes a mí, no yo a ustedes. Yo hice lo que tenía que hacer para ganar, pero no nos dejaron ganar, y cuando regreso a mi país, me encuentro a esos gusanos en el aeropuerto gritándome y llamándome asesino de niños y otros horribles insultos. ¿Quiénes son ellos para insultarme? ¿Eh? No estuvieron allí luchando como yo; no saben lo que dicen.
-Coronel Samuel Trautman: “Estos son malos tiempos para todos, Rambo. Aquello pertenece al pasado”.
-Johnny Rambo: “Para usted, para mí, la vida civil no es nada. En el frente tenemos un código de honor: tú me cubres la espalda y yo te cubro la tuya, pero aquí no”.
-Coronel Samuel Trautman: “Eres el último de una élite. No lo termines así”.
Acorralado, película de Ted Kotcheff
Pidió ayuda y nadie lo escuchó. Gritó desesperadamente, pero aquel alarido no llegó a ningún lado. Agonizaba. Un escalofrío recorrió su cuerpo. Se estremeció de los pies a la cabeza. El corazón latía aceleradamente, como si estuviera a punto de estallar. Nudo en la garganta; boca reseca. Intentó salivar pero no encontró más que sequedad. Intentó gritar de nuevo pero no encontró la voz. Volvió a tratar de incorporarse, pero la soga prensó sus músculos, magulló de nuevo su piel y continuó aprisionándolo contra la silla. Lloró amargamente. Palideció a punto de perder el conocimiento. De las pocas fuerzas que le quedaban sacó la energía para golpearse la cabeza contra la pared que tenía a su lado. Mordió sus labios hasta que brotó la sangre. Jamás imaginó que acabaría así. Nunca pudo imaginar una tortura así: amarrado en una silla, en frente un televisor y un equipo de sonido a todo volumen. Después de cuarenta y ocho horas escuchando las mismas declaraciones del presidente ya no tuvo fuerzas para continuar viviendo. Justo en ese instante el despertador acabó con la pesadilla. Al levantarse y encender la radio sintió un pinchazo en el estómago. Aquellas eses habían llegado demasiado lejos.