3.0 Opinion

Lo mejor de lo peor de ti

El día que encuentres el norte, hasta entonces desconocido, de aquel lugar que parecía ser solo sur, será diferente. El día que consigas, quizás, la cura completa de la diabetes, del cáncer o del sida, serás conocido. El día que tengas el valor para levantar la caja del gato de Schrödinger y rompas la gran paradoja (o no), puede que rompas ilusiones, algunas mentes y a psicólogos del momento, pero también tendrás tu repercusión. Suelen decir que, en el momento que alcanzas lo que siempre habías querido, lo que te haría tener éxito, te acuerdas de quien estaba a tu lado, los que te apoyaron. Eso de “no te olvides de tus inicios”, “recuerda que te pagué aquella vez el cortado” y similares que aparecerán uno tras de otro: unos a bien, otros, no tanto. Con humildad y una gran sonrisa por todo lo conseguido, llegará el momento de agradecimientos, de recordatorios y menciones especiales. Un “doy las gracias a los que confiaron en mí” que sale desde lo más profundo del corazón, sincero y puro. Y, aunque suene contradictorio, ilógico y casi paradójico, dentro del discurso también caben todos los que te pisaron, los que sacaron lo peor de ti. Aquí, en este último punto que destaco, se ha de hacer un parón inmenso.

El día que encuentres el norte, hasta entonces desconocido, de aquel lugar que parecía ser solo sur, será diferente. El día que consigas, quizás, la cura completa de la diabetes, del cáncer o del sida, serás conocido. El día que tengas el valor para levantar la caja del gato de Schrödinger y rompas la gran paradoja (o no), puede que rompas ilusiones, algunas mentes y a psicólogos del momento, pero también tendrás tu repercusión. Suelen decir que, en el momento que alcanzas lo que siempre habías querido, lo que te haría tener éxito, te acuerdas de quien estaba a tu lado, los que te apoyaron. Eso de “no te olvides de tus inicios”, “recuerda que te pagué aquella vez el cortado” y similares que aparecerán uno tras de otro: unos a bien, otros, no tanto. Con humildad y una gran sonrisa por todo lo conseguido, llegará el momento de agradecimientos, de recordatorios y menciones especiales. Un “doy las gracias a los que confiaron en mí” que sale desde lo más profundo del corazón, sincero y puro. Y, aunque suene contradictorio, ilógico y casi paradójico, dentro del discurso también caben todos los que te pisaron, los que sacaron lo peor de ti. Aquí, en este último punto que destaco, se ha de hacer un parón inmenso.

“Los que sacaron lo peor de ti”. Sí… a ellos también. Por muchas trabas, muchas pegas y muchas piedras que metieran en tu camino. A pesar de no haber sido las personas que mejor hayan captado el efecto tan agradable que ocasionas en la gente, los que maldecimos al verlos y no queremos ni encontrarnos (a pesar de que la Ley de Murphy nos juegue malas pasadas), también importan. A todos ellos, a los que dijiste o pensaste decirle que sacaban todo lo malo. De mí. Gracias. Gracias, porque, si salió todo lo malo, es porque existía dentro, queriendo salir. Ya sea culpa, falso ego, caprichos. Quizás, el mejor de los enemigos: el orgullo. Fuera el que fuera, forma parte de nosotros (o ya no). Y gracias a ellos, las emociones y sensaciones que nos dan miedo tratar, las que dominamos durante tres minutos y ocultamos el resto, salen como la sangre en una herida que no para de sangrar. Sangre que desea ver la luz, y escapar. Escapar con esa persona, la que llegó insoportable y se fue. Con ella, el momento de limpieza, como agua estancada que coge otro flujo. He de decir que, entonces, por mucho que hayamos maldecido a una persona, por mucho odio que se le tenga, el sentimiento se contraria a sí mismo sin saber bien qué es. Y terminas agradeciendo su visita por tus tierras: sacaron lo peor de ti y ya no lo llevas dentro. Se fue con ellos, con sus maletas…, y algunas de más. Sin más.

En ese día que tengas que agradecer, agradece que haya norte y sur, que existe lo bueno y lo malo. Da gracias a tu familia, tus amigos. A la Ley de Murphy, que ella te tiene en cuenta. A los que sacaron lo peor de ti…, y al gato de Schrödinger, si es que aparece vivo al abrir la caja. Eso sí que es una paradoja…

@arunchulani

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