Se puede decir que Blue Jasmine, el último filme de Woody Allen, es una película correcta, adjetivo que sabe a poco cuando estamos hablando del gran director neoyorquino.
La cinta viene avalada por un éxito increíble de crítica y público en Estados Unidos, sobre todo porque ha supuesto el regreso de Allen al cine norteamericano tras una década rodando en Europa. Pero…, qué quieren que les diga. La película está muy bien, pero no es ni mucho menos lo mejor que ha hecho en los últimos 25 años, como bien decía la crítica norteamericana.
La película narra el descenso a los infiernos de Jasmine, genialmente interpretada por Cate Blanchett. La protagonista pasa de la mayor opulencia posible en Park Avenue a tener que irse a vivir con su hermanastra a los suburbios de San Francisco, con una mano delante y otra detrás (eso sí, viajando en primera, claro).
A base de flashbacks, la película cuenta la vida de lujo y escaparate en la que ella vivía gracias a los negocios fraudulentos de su marido (Alec Baldwin), intercalados en la oscura realidad en la que se encuentra tras haber perdido todo su dinero y haberse quedado viuda tras el suicidio de su cónyuge en la cárcel.
La crítica de Allen a la sociedad más acomodada de Nueva York es brutal, donde la importancia de la imagen, los gastos excesivos y la inutilidad de hacer algo productivo marcan el día a día. Pero es que esa crítica también se prolonga hasta la clase trabajadora, ya que nos la presenta como gente simple y mal hablada. Como Jasmine los nombra constantemente: “Son unos fracasados”.
Es sin duda una vuelta al cine más serio de Allen, después de una serie de comedias europeas en las que la sonrisa era constante a lo largo de los 90 minutos que suelen durar sus cintas. De esta etapa yo destacaría Midnight in Paris, con la que se llevó el Oscar y el Globo de Oro al mejor guión original. Hay que decir que este año también opta en esta categoría por Blue Jasmine.
Este último trabajo no es una comedia. Sí es verdad que el humor salpica algunas escenas, pero sobre todo hay una descripción sin corazón de la situación de la mujer que ha perdido el norte en su vida, por la que no te hace sentir ni la más mínima compasión.
El trabajo de Blanchett es magistral. De ahí que sea una de las favoritas al Oscar a mejor actriz de este año. Su capacidad para pasar de ser una megapija neoyorquina a una desquiciada, y por qué no decirlo, totalmente ida es impresionante. Sus conversaciones al vacío y en plena calle, sus movimientos nada histriónicos, sus posturas y sus gestos son rasgos de una gran actriz que ya recibió un Oscar por Aviador.
La actriz británica Sally Hawkins interpreta a su hermanastra, Ginger, papel que le ha servido para optar por primera vez a los Oscar de Hollywood. Hawkins representa el polo opuesto: el conformismo, la ordinariez, y también la sensibilidad y el cariño, que en ningún momento se ve en el personaje de Blanchett.
Nos hallamos ante una buena película, aunque no llega a las grandes obras de Allen, sobre todo si se deja de lado sus comedias y nos centramos en sus obras más íntimas y densas, como Delitos y faltas o La otra mujer, trabajos con los que se ha comparado este mismo filme.
Si eres un incondicional de Woody Allen, como es mi caso, nada de esto te importará, y la verás sí o sí, como hacemos todos los amantes de su cine año tras año. Y que dure muchos más. Ya está grabando su siguiente trabajo… Ya queda menos para volver a disfrutar de Woody.
