Claro que es difícil, aunque detrás de la cámara esté el mismísimo George Clooney, un hombre con una suerte a prueba de bomba y que, además de atractivo, parece que siempre se las arregla para caer de pie. Y si no juzguen ustedes: ¿cómo se puede llevar a la pantalla, de modo que cautive al público durante dos horas, la historia contada por una novela que habla de un conjunto de profesores y académicos norteamericanos expertos en arte, reclutados por el Gobierno de los Estados Unidos en los estertores de la II Guerra Mundial y que tenían como único objetivo, en medio del armagedón que estaba aconteciendo en Europa, rescatar y poner a salvo las obras de arte ilegalmente robadas y requisadas por el ejército alemán y los jerarcas nazis? Pues bien, de eso trata Monuments Men, la última película dirigida y protagonizada por Clooney, que es también el coautor del guión.
El resultado es el esperado cuando el punto de partida es tan endeble. Monuments Men es, en esencia, la historia de un quiero y no puedo. Se trata de una película de guerra que no es tal, de un docudrama sobre historia del arte que tampoco llega a serlo del todo… Claro, con estas premisas, lo normal es que la película se dé de bruces contra un observador mínimamente exigente. El filme de Clooney se deja ver, pero no deja huella. Es una cinta deslavazada en muchos momentos de su metraje, con distintas subtramas apenas o malamente resueltas y que deja una sensación general en el espectador, tras el fundido en negro final, de que la ambición del propósito inicial se torna en fracaso final.
Hay que tener las ideas muy claras, cosa que al parecer el director no ha tenido esta vez, para llevar con éxito a buen puerto un filme que parte de una idea y un argumento complejo y extraño, difícil de trasladar a la gran pantalla, así, en toda su extensión.
En la película se percibe que no ha faltado dinero para hacerla, en especial en el diseño de la producción, con una magnífica recreación del París ocupado. Pero se trasluce que el de Clooney es un propósito demasiado ambicioso como para salir bien parado del envite. Quizá, y esto es una opinión propia, si se hubiera centrado en una de las tramas de la cinta y en un único escenario…; quizá, repito, el resultado habría sido bien distinto.
Ante un guión tan frágil, los actores hacen lo que pueden. Pero no dejas de pensar que Bill Murray está mil veces mejor en Atrapado en el tiempo o en Lost in translation; o que, por ejemplo, Bob Balaban cuadra su papel en Gosford Park, a la vez que te preguntas qué hacen actores como él, Murray y Goodman vestidos de militares en una película como Monuments Men. Y lo mismo podemos decir de Dujardin o Blanchett. Sin mencionar lo horrorosas que resultan algunas de las voces en la versión española. Es sintomático de que bastantes cosas fallan en esta película el hecho de que un actor que siempre resuelve sus trabajos de manera sólida y efectiva, como Matt Damon, que no termina de encontrar su sitio en esta cinta. Parece ido, perdido y poco creíble en la mayor parte de sus escenas en la película. Especialmente en su interludio parisino.
En conclusión, un experimento extraño y fallido con algún mínimo destello y realizado con mucho dinero. Y mientras esperamos ver nuevas propuestas, como Boyhood de Richard Linkater, película que ha hecho correr ríos de tinta, mayoritariamente positivos, tras sus pases en Sundance y Berlín. Todo un testamento cinematográfico, y para muchos ya una obra maestra del cine. Deseando que la estrenen pronto por estos lares.