3.0 Opinion

Desde la A hasta la N (primera parte)

Cada una de un color, según el contenido, podía formarse el arcoíris con tanto tono. Esta vez, el sobre que envuelve el mensaje es violeta, algo intenso, con una letra marcada en su exterior: N. N de Néctar, de Necesario. N de Nuevo. O N de No. Pero nada se entendería hasta que abriera aquellas cartas, desde la primera hasta la última. Y la N, el final de una continuación de catorce letras, con un significado. Quizás, simple y llanamente, la decimocuarta letra del abecedario; él siempre había sido más de letras que de números…

140324-FOTO-ARUN-CHULANIEs la decimocuarta carta que le llega al buzón. Como cada semana. Lo tiene lleno, sin apenas espacio para una más: la última que entra. Cada una de un color, según el contenido, podía formarse el arcoíris con tanto tono. Esta vez, el sobre que envuelve el mensaje es violeta, algo intenso, con una letra marcada en su exterior: N. N de Néctar, de Necesario. N de Nuevo. O N de No. Pero nada se entendería hasta que abriera aquellas cartas, desde la primera hasta la última. Y la N, el final de una continuación de catorce letras, con un significado. Quizás, simple y llanamente, la decimocuarta letra del abecedario; él siempre había sido más de letras que de números…

La semana siguiente, ninguna carta llegó. Ni el siguiente mes. Ahí seguían, las catorce, como si se tratara de niños saliendo por la puerta del colegio, a empujones, buscando ser los primeros. Se encontraban todas a presión, olvidadas en una doble prisión, sin nadie que las abriera e hiciera libres todos los sentimientos de los que estaban impregnadas. Inundadas. Los vecinos pasaban por delante, indiferentes. Pero ella no pasó indiferente. No aquella vez. No había un color más, ni una letra más, en su buzón. Todo seguía tal y como el mes anterior en aquel compartimento: algo inusual. Había llegado el momento de leer todo, al completo. Ansiosa, tiró su bolso al suelto y, en el mismo portal, se sentó a leer todas y cada una de ellas. No se había sentido preparada hasta entonces.

Desde la A hasta la N. A de Amándote, B de Besarte. Cariño, Disculpa, Entiéndelo. Fallé. Gracias, Háblame… y se acercaba la N. Todas las leídas le hacían ver que la amaba, que no había sido todo como ella pensaba. Malditos malentendidos, maldito orgullo. Maldito el momento, pensaba, en el que decidió encerrarse en ella misma, sin escuchar lo que aquellas cartas podían mostrarle. Las veces que él la había esperado en la esquina de siempre, en el restaurante de su primera cita. Incluso frente a su casa. Tan cerca, y a la vez, tan lejos. Y cada vez más lejos.

Idiota. Así se sentía ella leyendo la novena carta, encabezada así, al ver qué ciega había estado. Joder, joder, y más joder, mientras leía K.O entre lágrimas. Lágrimas, las que él había derramado por ella, duro amor, tras intentar saber qué le pasaba, dónde estaba, qué necesitaba. Cuanto más leía, más se arrepentía. Solo quedaban dos, dos cartas, que lo separaban del porqué ya no llegaban más cartas. Las más duras. Las más distantes.

“Más. Yo me merezco ser querido, pero tú, más. Yo te quiero. Te quiero más. La diferencia es que tú no me quieres ya más. Cuanto más lo pienso, más me duele. Ya no sé cómo llegar a ti, no encuentro un recurso más. Una palabra más. No sé… Creo que no hay más. Sin más”.

Siempre había tenido su lado poeta, pero esa carta mostraba que, a pesar de su talento, le podían los nervios. La tinta, emborronada entre gotas secas y el temblor de su pulso, reflejaban el momento en el que él la escribía. Él se merecía más de lo que ella había demostrado en los últimos meses. Él se merecía que ella fuera justa. Valiente. Y, lo primero, él se merecía que ella lo escuchara…

No se veía capaz de abrir la última carta, aunque tenía que hacerlo. Lo necesitaba. Por ella, por él. Cogió el abrecartas, sacó el papel… y comenzó a leer. La N de…

@arunchulani
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