De lo que tengo miedo es de tu miedo
William Shakespeare
Todos experimentamos stress, ansiedad o preocupaciones en algún momento en la vida. Es algo natural. La tensión en los hombros, el aumento de los latidos y pensamientos del tipo “no puedo con esto” nos llevan a elaborar técnicas de evitación para no afrontarlo.
Nos ponemos constantemente bajo presión en nuestro papel de amigos, parientes, compañeros, padres, colegas, vecinos, estudiantes, etc.
A menudo esta percepción de la diferencia entre lo que nosotros podemos querer y lo que creemos que se espera de nosotros es nuestra mayor fuente de stress Esto nos hace, en muchos casos, colocarnos en diferentes papeles para poder afrontar lo que nos requiere la sociedad.. Nos cuestionamos permanentemente si seremos capaces de cumplir unas expectativas, que en muchos casos, no se corresponden con la realidad.
Nuestra respuesta a esta presión psicológica nos puede dejar atrapados en una telaraña de tensión, difícilmente salvable. Si nos sentimos de esta forma constantemente, los efectos sobre nuestra salud, tanto física como mental pueden ser inmensos.
Simplemente decir esto, puede añadir una fuente más de stress a alguien que, ya de por si, se siente sobrepasado, nada más lejos de nuestra intención. Lo cierto es que traer a la luz nuestros miedos nos hace conscientes de ello. Dicho de otra forma, estamos sintiendo el reflejo de nuestro stress en nuestro cuerpo y cerebro ¿no es mejor saber que lo produce para poder interrumpir la cadena que lo provoca?
Desde luego que nuestra primera opción si la situación nos está afectando permanentemente debe ser ir a un profesional de la psicología. Pero si esto lo sentimos de vez en cuando, o en determinadas situaciones, podemos intentar abordarlo antes de que se convierta en una situación imposible de controlar.
La base de la terapia Cognitivo Conductual está en la certeza que nuestros pensamientos, estados físico o de ánimo, y nuestra conducta están interrelacionados. Entonces, si cambiamos una parte, las consecuencias se sentirán en el resto. Parece sencillo ¿verdad? Veamos como.
En primer lugar debemos dejar de evitar aquello que nos asusta. Cambiar la forma de actuar cuando enfrentamos algo que nos intimida es esencial para conseguirlo.
Aunque parezca un contrasentido, cuando estamos evitando algo que realmente no tenemos una idea clara de lo que es, nuestro cerebro se encarga de llenar los espacios y lo convierte en algo realmente peor de lo que pueda ser. Esto nos bloquea. Imaginamos algo que realmente es como una fantasía de nuestro miedo y nos paralizamos. Sin embargo, si lo enfrentamos, lo traemos al presente, tenemos una idea clara de lo que es y, en muchas ocasiones, reduciremos el nivel de stress que nos podía estar causando.
- Haz una lista de las cosas que estás evitando
- Ordena la lista poniendo lo más fácil al principio
- Empieza por lo más fácil, o lo más que te gusta de la lista
Hacerlo así consigue que te motives para abordar lo siguiente y, sorprendentemente, verás como se convierte en algo que no parece tan difícil como al principio.
Leocadio Martín Borges Psicólogo
www.leocadiomartin.com @LeocadioMartin fb.com/LeocadioMartinCambiate