Como dice el refrán, “quien mucho abarca…, poco aprieta”. Creo que esta frase resume a la perfección la ópera prima de Álex Pina, Kamikaze. Hay que tener claro, de antemano, que se deja ver, que pasas bien hora y media en el cine y que, a nada que te olvides de todo lo que voy a contar a continuación, hasta es seguro que lloras en alguna escena y, por supuesto, te ríes en más de una ocasión.
La película cuenta la historia de Stalan (Álex García), un terrorista suicida que va a estallar una bomba en un avión que sale de Moscú con destino a Madrid. El problema es que, por causas meteorológicas, el avión no llega a despegar y los trasladan a todos (a él y a sus supuestas víctimas) a un hotel localizado a las afueras de la ciudad, hasta que cambie el tiempo. Él, hasta que llega al hotel, está con su bomba pegada al cuerpo todo el rato.
La premisa de la historia es buena, y creo que se le puede sacar mucho jugo a esa situación, pues hay una gran carga de sentimientos, de fantasmas del pasado, de miedos acumulados…, pero, claro, antes se debe definir si quieres hacer un drama, un thriller o una comedia costumbrista, que es lo que al final domina. Aunque este género creo que no es el más adecuado, también su director, Pina, quiere que haya drama y thriller…, y esto ya es demasiado. Ya lo dije antes: “Quien mucho abarca…” Esa mezcla de comicidad en escenas de lo más dramáticas no es lo que más necesita esta historia. Y ello sin olvidar los tópicos en muchas de las secuencias ocurridas en el hotel ruso.
Pero aun así, hay muchos aspectos destacables en la película. Para empezar, el protagonista. El actor tinerfeño Álex García demuestra un gran registro escénico al ponerse en la piel del terrorista ruso. Su acento y su escasez de gestos son fundamentales para creer e intentar entender a este personaje, que está dispuesto a volar por los aires a todo el mundo por sus creencias.
Acompañando a García, hay un gran elenco de actores secundarios que consiguen generar una atmósfera muy real en las situaciones que se generan a -32 grados centígrados. Entre ellos destaca la presencia del actor argentino Eduardo Blanco, un clásico de la comedia bonaerense que aquí se luce haciendo un papel entrañable a la vez que disparatado.
Carmen Machi y el veterano Héctor Alterio también realizan buenos trabajos. Y, por supuesto, en la historia además hay una chica, Verónica Echegui, cuyo personaje no es de los más logrados, pero que ella sabe moverse muy bien en él.
La fotografía y la música que acompañan la película también son dignas de mención, porque crean un clima de lo más acertado para contar qué pasa con esos desconocidos que tienen que compartir hotel durante cuatro días.
Sólo me queda el final: ¿inapropiado, fuera de lugar, sensiblero, inacabado? Cuando no se sabe qué tipo de género centra la película, pasa esto. ¿Cómo la terminas…, como un drama, como una comedia o en plan thriller? Pues eso, al final se liaron, y es una pena porque, en ciertos momentos, como ya dije al principio, la película se disfruta muy a gusto.