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Documental esencial

Hay muchas secuencias en el documental The Gatekeepers que te dejan sin aliento, vencido, con la mirada fija en la pantalla y reflexionando sobre las palabras que ese ser humano que tienes delante de ti acaba de pronunciar en hebreo, una lengua sonora y extraña que, a principios del siglo XX, era una lengua litúrgica absolutamente muerta y que, en un caso sin precedentes en la historia, se resucitó como lengua oficial de un país creado ex nihilo por las potencias occidentales en Oriente Próximo en 1948.

The Gatekeepers (Los guardianes). Israel, 2012; 95 minutos. Director: Dror Moreh; reparto: Ami Ayalon, Avi Dichter, Yuval Diskin, Carmi Gillon, Yaakov Peri, Avraham Shalom.

2-CARTEL-THE-GATEKEEPERSHay muchas secuencias en el documental The Gatekeepers que te dejan sin aliento, vencido, con la mirada fija en la pantalla y reflexionando sobre las palabras que ese ser humano que tienes delante de ti acaba de pronunciar en hebreo, una lengua sonora y extraña que, a principios del siglo XX, era una lengua litúrgica absolutamente muerta y que, en un caso sin precedentes en la historia, se resucitó como lengua oficial de un país creado ex nihilo por las potencias occidentales en Oriente Próximo en 1948.

 

Existen dos momentos que aún tengo presentes después de las dos semanas que hace que vi este excelente documental: en el primero de ellos, Avraham Shalom, el más antiguo de los jefes del Shin Bet (la agencia de contraespionaje y seguridad interior israelí que aparece en la película), trata de escabullirse con evasivas de las incisivas preguntas formuladas por Dror Moreh, realizador y director del documental, sobre un claro caso de extralimitación de los hombres bajo su mando con el resultado de que los dos palestinos arrestados tras el secuestro a un autobús repleto de civiles israelíes fueran asesinados impunemente. En un momento dado, el taimado y anciano espía hebreo recupera su amor propio y se despoja de la meliflua máscara de abuelo apacible para responder a su interlocutor con voz firme y serena: “¿Moralidad? ¿De qué moralidad me habla? Estábamos tratando con terroristas. Olvídese de la moralidad”.

 

En el segundo, otro responsable del Shin Bet, Ami Ayalon, una de las grandes referencias actuales del Israel más progresista, cuenta cómo, durante la Segunda Intifada y en unas conversaciones secretas que tenían lugar a la hora del café entre palestinos e israelíes en un elegante hotel de Londres, un ilustre miembro de la delegación palestina se le acercó por detrás y le palmeó en el hombro: “Ahora sí que estoy contento, Ami, porque os hemos ganado -dijo el palestino”, a lo que Ayalon replicó: “¿Cómo puedes decir que habéis ganado? Hay muertos israelíes en autobuses suicidas todos los días y muertos palestinos en los territorios ocupados a causa de las balas de nuestros soldados. Por esta razón, estáis más lejos que nunca de poder conseguir un Estado palestino propio. Nunca lograréis eso de nosotros, ¿y me dices que habéis ganado? A lo que, sin dudarlo, el palestino replicó: “Hemos ganado porque para nosotros la victoria es ver cómo sufrís con los cuerpos de vuestros compatriotas en las calles de Tel Aviv y Haifa”.

 

Éstos son sólo dos ejemplos, entre decenas, que hacen de The Gatekeepers un documento esencial, de esos que vale la pena pedir por internet y verlo para poder intentar comprender el complejo conflicto que es la cuestión palestino-israelí. Dror Moreh se limita a colocar la cámara en un plano medio y a escuchar a estos jefes de espías, a estos hombres que durante los últimos 20 años se han encargado de ejecutar la política de represión y actuación israelí contra la población palestina de los territorios ocupados. Como miembros de los servicios secretos que son, estamos seguros de que no cuentan todo lo que saben. Y también de que parte, o gran parte de lo que cuentan, puede ser una verdad a medias. Pero lo que hace de este documental una pieza cinematográfica irrenunciable e imprescindible es su penetrante sentido de la ambigüedad moral. Ambigüedad que permea la hora y media de un metraje, que, por otro lado, se pasa en un suspiro.

 

‘True Detective’

Y sobre True Detective debo decir que he visto hasta ahora la mitad de los ocho capítulos que componen la primera temporada. Pero en pocas ocasiones he sentido una congoja, una angustia mayor que en esas secuencias de Woody Harrelson y Mathew McConaughey juntos, en el Chevrolet del primero y surcando el fantasmal paisaje de esa costa de Luisiana deprimida y lunar, enfangada en barro y lluvia, salpicada aquí y allá por interminables campos de caña de azúcar, por ríos y puentes fluviales que aparecen en medio de la nada; intentando dar caza a ese monstruo inasible, a ese escurridizo hombre del saco, a ese redneck con ínfulas de Barbazul a lo largo de este cuento gótico sureño, con reminiscencias del mejor David Fincher de Seven, en la que, en opinión de quien escribe, es una de las mejores y más electrizantes series de televisión de este comienzo del siglo XXI.

 

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