...3, 2, 1, 0. CINE

Gran comedia ‘art decó’

Wes Anderson es un cineasta muy peculiar. Sus trabajos no pasan inadvertidos y, como todo aquel que hace algo que se sale de los cánones, tiene detractores y admiradores por igual. Y esto es lo que puede pasarle a la gente que se anime a ir al cine a ver su última película, El gran hotel Budapest. Vaya por delante que a mí me gustó y mucho.

Es un filme que se sale de lo corriente. Su forma de rodaje, basado en imágenes estéticas y planas, y sus decorados, al más estilo retro y sofisticado, envuelto todo en cartón piedra, hacen que enganche; que esa historia de lo más rimbombante y a veces ridícula levante en el espectador una gran curiosidad. Todo esto ayudado, cómo no, por una banda sonora maravillosa.

El gran hotel Budapest. Año: 2013; director: Wes Anderson; reparto: Ralph Fiennes, Tony Revolori, Saoirse Ronan, Edward Norton, Jeff Goldblum, Willem Dafoe, Jude Law, F. Murray Abraham, Adrien Brody, Tilda Swinton, Harvey Keitel, Tom Wilkinson, Bill Murray, Mathieu Amarric, Jason Schwartzman, Owen Wilson.

Wes Anderson es un cineasta muy peculiar. Sus trabajos no pasan inadvertidos y, como todo aquel que hace algo que se sale de los cánones, tiene detractores y admiradores por igual. Y esto es lo que puede pasarle a la gente que se anime a ir al cine a ver su última película, El gran hotel Budapest. Vaya por delante que a mí me gustó y mucho.

272-CARTEL-EL-GRAN-HOTEL-BUDAPESTEs un filme que se sale de lo corriente. Su forma de rodaje, basado en imágenes estéticas y planas, y sus decorados, al más estilo retro y sofisticado, envuelto todo en cartón piedra, hacen que enganche; que esa historia de lo más rimbombante y a veces ridícula levante en el espectador una gran curiosidad. Todo esto ayudado, cómo no, por una banda sonora maravillosa.

La película cuenta cómo Gustave H. (Ralph Fiennes), legendario conserje de un famoso hotel europeo, entabla amistad con Zero Moustafa (Tony Revolori), un joven empleado al que convierte en su protegido. Esta relación de amistad se intensifica cuando Gustave roba un cuadro que ha heredado pero que la familia de la difunta, a la que han asesinado, no quiere dárselo. A partir de ahí, un sinfín de calamidades ocurre a esta extraña y singular pareja, en un territorio ubicado en Ruritania, el nombre de un estado ficticio centroeuropeo, antes de la llegada de los nazis.

La cinta puede resultar o maravillosa o parodia excesiva. Anderson camina por esa finísima línea a lo largo de todo el filme, donde lo grotesco y lo pintoresco envuelven esta historia de amor, muerte y amistad, llena de melancolía y hacia un pasado envuelto en la nostalgia, con el que el narrador recuerda su vida.

Para lograrlo, se cuenta con una serie de personajes magníficamente interpretados por una larga lista de actores, muchos de ellos incondicionales del director, como Bill Murray, Harvey Keitel, Edward Norton y Tilda Swinton, que ya coincidieron en la película Moonrise Kingdom. También Willem Dafoe, Jeff Goldblum y Owen Wilson trabajaron a las órdenes del autor americano en Life Aquatic.

Todos ellos, repetidores del cine de Anderson, giran en torno a la figura de un magnífico Ralph Fiennes, que retrata a la perfección su papel de conserje, extremadamente redicho, locuaz, impecablemente vestido y perfumado y con un aire gay que no le impide acostarse con todas las clientas ancianas que van cada año a su hotel. Es el papel más divertido en el que he visto a este gran actor inglés, que se le recuerda más por filmes dramáticos como El paciente inglés, La lista de Schindler, El lector o Spider, por nombrar algunas cintas.

Fiennes está constantemente acompañado de un desconocido hasta la fecha Tony Revolori, fundamental en esta trama y cuyo personaje es el narrador, ya de mayor, de toda la historia ocurrida en el gran hotel de Budapest.

Lo más llamativo de la obra es el drama intrínseco, ese que aparece justo después de una carcajada, de una situación fuera de lugar. Cuando menos te lo esperas, vuelves a la realidad, al oír por qué Moustafa deja su país tras la guerra o cómo lo torturaron antes de escapar. Ese drama está latente pero se esconde gracias a las escenas grotescas llenas de suntuosidad, colorismo y mucho rococó.

La fórmula de no ambientarla en un país real, sino en uno ya muy utilizado por el cine norteamericano, como es Ruritania (creado por el escritor Anthony Hope para su novela El prisionero de Zenda, en 1894), hace que se vea con cierta distancia y sobre todo que Anderson tenga mayor juego a la hora de fabular con lo acontecido en ese periodo tan duro del siglo XX.

Se trata, en definitiva, de una gran comedia de cine negro, con grandes actores, llena de momentos estelares, con risas, ternura, violencia…, y todo ello envuelto en estilo art decó. Imprescindible para todos los que busquen algo distinto en la pantalla grande.

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