Cada vez que veo al agente Vargas Llosa en su papel de predicador del neoliberalismo y, de algún modo, desestabilizador porque a eso ha ido o está en Venezuela, yo me pregunto si lo hace como el idealista que gasta sus cuartos -muchos y bien ganados- en la causa que defiende o si tiene secretos vínculos que le pagan por hacerlo. Pongamos por caso un Talk o un Party o una CIA o la FAES de Aznar, con quien se le ha visto por esos pagos de Suramérica. Claro que siempre aparece una desconocida o casi desconocida institución local, por ejemplo de estudios o empresarial, que cursa la invitación, incluido el mejor cinco estrellas y, dicen los rumores, que jet privado.
Hay un antecedente, llamémoslo crematístico, que siempre me ha hecho ruido. Estando a las puertas del Nobel, que de hecho obtuvo, y siendo un consagrado vendedor de libros, se presentó como un escritor de segunda línea al Premio Planeta, que desde luego ganó. Y cuando digo “desde luego” prefiero dejarlo a la calidad del autor, por mucho que a uno le cante que más que una elección hubo una negociación. No le hubiera ido muy bien a su reputación que otra obra se llevara el premio. La sospecha, decía mi profesor de Derecho, puede llevar por igual a la prueba como a la difamación, por lo que sólo sirve cuando ya no es sospecha. Ateniéndome a este principio, dejo lo del avión privado, lo de sus potenciales patrocinadores y lo del premio como puntos que en algún momento se aclararán y no como una afirmación.
En realidad me quiero referir a otra cosa. A que la vida nos suele dar compañeros de viaje que a donde quiera se vaya nos siguen y persiguen sin poder darles el esquinazo. Es lo que le sucede al agente Vargas Llosa con García Márquez. Lo era cuando estaba vivo y que, ahora, muerto, se le va a pegar aún más, como una larga sombra que ante el menor foco aparece. Será hoy y ante la historia próxima su punto de referencia y comparación. El destino los ató y bien atados. El hecho de que sean los dos principales referentes del boom ya es vínculo. Para colmo compartieron como siameses aquellos días de la recién estrenada gloria, parentesco reforzado por su afinidad política de entonces. Y es en este último sentido que el agente Vargas debe llevar a su par como un karma o un fantasma. Su problema es que, ideológicamente hablando, García Márquez nunca se mudó de barrio.
Convengamos que se puede estar en desacuerdo con algún hecho en particular, como el caso del escritor Reinaldo Arenas, repudiado por el Gobierno cubano por su opción sexual, uno de los errores de la Revolución que también era mal de aquellos tiempos. La Iglesia católica y el Pentágono actuaban de la misma forma. Pero otra cosa es traicionar ciertos principios y causas que no admiten enmienda, tal la lucha de los pueblos latinoamericanos por su independencia y su libertad. Porque una cosa es el disenso y el derecho a la crítica pero otra muy distinta pasarse con todos los trastos al enemigo de su propia gente. Es lo que define a un cipayo. El agente Vargas Llosa no puede desconocer que la doctrina que ahora proclama y defiende como solución es la misma que impuso el Consenso de Washington para dominio, ruina y miseria de todo el continente. Cuando ya no importan las personas sino los mercados, se hace una declaración de pertenencia.
GGM [Gabo] murió en su ley y esa coherencia respalda y dimensiona en un todo su obra literaria. Fue fiel al mundo real de donde salieron sus personajes y, en consecuencia, fue fiel a sus personajes. Es parte de su grandeza. El agente Vargas Llosa ha abandonado a los suyos y, converso él mismo, como un buen capitalista, desvirtúa el lugar desde donde fueron creados y los transforma en distante materia prima para fabricar relatos. No es lo mismo leer Conversación en la catedral o la Guerra del fin del mundo de un escritor salido de la misma entraña, y que el lector peruano o colombiano siente como suyo, que si, quien los crea, es un agente al servicio de la metrópoli que quiere derribar, a toda costa, nuestra segunda oportunidad sobre la tierra para tenernos sometidos y colonizados para siempre.
superjerry7
8 mayo, 2014 en 20:18
LEE PLUMIN: Este tio de Diario de Avisos, puede explicarte mejor la diferencia entre SOCIALISMO (Brasil) y TERRORISMO DE ESTADO (tu Gobierno chavista): Dilma Rousseff en Brasil y Nicolás Maduro en Venezuela, socialistas y aliados en los bloques continentales Mercosur y Unasur, gobiernan países ricos en recursos pero padecen, actualmente, protestas justificadas con saldos de muertos, heridos y detenidos pues todo éxito no beneficia a sus ciudadanos, o se malgasta. Maduro denuncia conspiraciones internas e internacionales y reprime, mientras Rousseff justifica las protestas e impone orden con contención y durante una charla permite ser increpada por representantes de la parte de su sociedad opuesta al gasto de organizar el Campeonato Mundial de Fútbol. Algo imposible para un opositor durante una actividad pública de su par venezolano.
Rousseff no busca enemigos internos -que los tiene-, ni externos para poder detener opositores o silenciar la prensa, y solo persigue delincuentes comunes, que a Maduro también le sobran pero ignora y, como sucesor de un terrorismo de Estado disfrazado de revolución socialista, ante mas graves causas internas que los gastos del Mundial de Fútbol (desabastecimiento, Pdvsa en crisis, hiperinflación, paro), solo reitera denuncias de que EE.UU. y Europa planean invadir Venezuela y derrocarlo; localiza (milagrosamente) españoles y estadounidenses “agentes de la CIA y la OTAN”; reprime; asesina; detiene ilegalmente opositores y censura. ¿Que diferencia una reacción de la otra?: El concepto de democracia. No alcanza, a esta altura del siglo XXI, con proclamar “revoluciones” y denunciar complots inexistentes, para contener sociedades legítimamente descontentas. Rousseff, tras su experiencia de luchadora socialista torturada por condiscípulos del extinto Hugo Chávez en la Escuela de Panamá de la CIA en los 70, lo comprendió: Democracia es diálogo y respeto a la discrepancia. Maduro no. Su maestro fue un terrorista de Estado -Chávez- entrenado (junto a condenados en Argentina y Chile) para reprimir, asesinar, mentir, censurar. Y eso no es democracia ni socialismo.