Hoy es el día de los ramos de flores, perfumes, tarjetas, cajas de bombones, bonos en el balneario… y, cómo no, esos regalos elaborados a mano con un extra de cariño y pegamento. Es el gran día de las madres. Día en el que los mimos y los halagos van dirigidos a ellas. Mujeres hechas de una pasta especial. Algunos dicen que son poseedoras de grandes poderes, otros que son seres comunes pero que desarrollan sus sentidos con gran habilidad desde el momento de tu nacimiento. Hay madres dominantes, exigentes, cariñosas, confidentes…, o incluso diría yo que una mezcla de todo. Cada cual describe a la suya de una forma distinta, con mayor o menor acierto, pero siempre desde la propia experiencia.
Cuando era niña valoraba ese amor de forma distinta. No lo racionalizaba tanto, simplemente lo dejaba fluir. Le decía te quiero casi a diario, le hacía dibujos y la abrazaba y besaba cada vez que tenía oportunidad. Me encantaba dormir a su lado, apoyar mi cabeza en su pecho y dejar que me hiciera caricias en el pelo. Llega la adolescencia y la rebeldía. Nos creemos los mejores y consideramos que, diga lo que diga, ella no tiene ni idea. Aún recuerdo cuando por primera y última vez insulté a mi madre. Le dije idiota. Según terminé de articular la palabra vi su cara de decepción. ¡Qué mal me sentí! No pude mirarla de nuevo. Pero ella, sin rencor, me perdonó. Porque así es mi madre. Esa persona capaz de perdonar cualquier error de sus hijos sin reprocharles.
Voy creciendo y me hago adulta. Ahora hablo con ella de igual a igual. Soy capaz de ver en la distancia todo aquello que hacía y que veía como algo normal, cotidiano y sin darle el valor que conlleva. ¿Cómo consigue no cansarse? Mis hermanos y yo nos preguntamos constantemente. Es imparable, tanto física como emocionalmente. Es la única persona capaz de pasar noches en vela por mí, la que conoce mi sufrimiento, me acompaña, ayuda y respeta mis decisiones aún cuando no son de su agrado. Es un ser extraordinario que consigue con su voz hacer que luche cada día por mi felicidad. Mi guía, mi ídolo y modelo, mi pasión: mi madre.