Me aburrí. Siento empezar así de tajante, pero es que hacía mucho tiempo que no me pasaba eso en el cine. Y no será porque no haya visto últimamente pelis que no me hayan gustado, pero, en el fondo, las ves y se te pasa el tiempo entretenida en el cine. En este caso no fue así; esta vez me aburrí y hasta bostecé. Y de verdad que le puse interés y tenía ganas de que me gustara, pero…, qué va, la peli es un quiero y no puedo.
Por un lado, la cinta mantiene la parte cómica que supone que un hombre de cierta edad y no muy favorecido (John Turturro) se líe la manta a la cabeza siguiendo el consejo de su mejor amigo (Woody Allen) y luego se meta a gigoló. Podrá imaginarse que hay situaciones simpáticas, pero tampoco muchas. A esa parte de la historia, hay que unirle que los dos son judíos (aunque no muy practicantes y, si me apuran…, casi ni judíos) y, entre las clientas que endosa Allen a su amigo, aparece una viuda judía ortodoxa (Vanessa Paradis), no para beneficiársela, sino más bien en plan terapia…, y claro, todo cambia, porque ella es distinta. Ésta sería la parte formal, la parte humana de la historia, que es la vida de esta joven viuda, recluida en su casa con sus seis hijos…
Y cuál es el problema, pues que no convence ni como comedia ni como retrato de una sociedad anclada en costumbres ancestrales que chocan constantemente con la realidad. Turturro, director del filme, se mueve entre esas dos aguas y se ahoga. Ni sueltas carcajadas, como en las comedias disparatadas de Woody Allen, ni te llegas a sentir unida al personaje de Paradis, aunque tengo que reconocer que me gustó cómo evoluciona su historia y cómo termina.
Lo mejor de la peli, Woody Allen, por supuesto. Si eres de los que te gusta el director neoyorquino, en su más arraigado y disparatado papel, disfrutarás con su personaje. Da la sensación, y parece ser que fue así, que Turturro le dio carta blanca para interpretar a aquel medio judío casado con una mujer negra que, tras tener que cerrar su librería, convence a su amigo para ganar juntos dinero como gigoló y él llevarse una comisión. Y lo hace de tal manera que, para qué negarlo, se come la cámara y a todo el que salga con él.
Toda la cinta tiene un aire al cine de Allen: la ubicación en Nueva York, la implicación de esa ciudad en la peli y, sobre todo, una excepcional banda sonora, típica del director judío. La mezcolanza de culturas y prototipos sociales se ve y disfruta en las canciones elegidas, donde hay gran variedad de estilos musicales con letras en español, francés, inglés e italiano. Este último idioma es el cantado por Vanessa Paradis en Tu si na cosa grande.
Al trío protagonista, se unen Sharon Stone y Sofía Vergara, que, cómo no, representan otro estrato social: las mujeres blancas, guapas y con dinero, que, por supuesto, interpretan a la perfección.
No es la primera película de John Turturro, que hasta ahora había hecho filmes más sociales y arraigados a sus orígenes italianos, en películas como Passione e Illuminata, por nombrar dos de sus obras. Pero sí es la primera vez que cambia de estilo y la verdad es que no le ha salido demasiado bien.