Este fin de semana entré en una cafetería muy popular y accedí al baño. Me pregunté cuántos turistas nos visitan y se llevan entre sus recuerdos anécdotas o sensaciones más o menos desagradables de sus visitas a los baños de hoteles, restaurantes, zonas recreativas, parques de atracciones, centros comerciales, cafeterías o de los mismos aeropuertos.
Desde una perspectiva puramente empírica, pero personal, me los he encontrado de todos los estados posible. Desde cuidadísimos, impecables, relucientes, bien decorados y bien suministrados de toallas, papel higiénico, jabón, suficiente luz y pastillas mata olor, hasta el agujero más putrefacto y pestilente.
Es evidente que Canarias, uno de los principales destinos turísticos del mundo no dispone del cuerpo de funcionarios de inspección suficiente y que aún (a pesar de que parezca lo contrario) ni siquiera foros de libertad de expresión tan abiertos como TrypAdvisor entran en estas cuestiones. No deberíamos esperar a la amenaza del legislador ni a que un tercero nos saque (al menos) los colores. Quizás deberíamos empezar por nosotros mismos y tomar conciencia de que en cada acto que hacemos (o dejamos de hacer) se van por el retrete miles de euros futuros que dejaremos de ingresar.
Gobernar no es sólo alentar a las masas con aquello que quieren escuchar hasta conseguir una reacción que se nos pueda ir de las manos. También es hacerlo más allá de nuestros intereses egoistas y personales, pensando en el bien general, en el de quienes nos visitan y en las expectativas de quienes les escuchan duendo regresan a sus casas.
Pero eso no toca…
Por cierto, el urinario de la cafetería que inspiró esta columna estaba perfecto y limpio, pero a mi (con 1,70) me quedaba algo alto. La próxima vez, me llevo el step (y así le doy uso).