La por (El miedo). España, 2013, 73 minutos. Director: Jordi Cadena; guión: Jordi Cadena y Núria Villazán, basado en la novela M de Lolita Bosch; reparto: Igor Szpakowski, Ramón Madaula, Roser Camí, Alícia Falcó.
La por (El miedo) es una obra maestra absoluta. La lástima es que no ha circulado por las salas comerciales de nuestra isla, y probablemente no pasará jamás por ellas. Si alguien quiere acercarse a esta película, medida hasta el extremo, debe hacer el esfuerzo de comprar su DVD o incluso verla de otra forma, sin duda menos legal. Pero, créanme, su visionado merece la pena. Hace mucho tiempo que el autor de estas líneas no contemplaba una película tan enorme, de factura tan impecable. La por cuenta una historia terrible, oscura, dramática, más usual de lo que creemos en estos tiempos extraños, y lacerantemente triste. Y lo cuenta de una manera precisa, muy bella, en una cinta donde cada encuadre posee un perfecto academicismo y constituye en sí mismo una lección sobre cómo colocar la cámara; donde todo se desarrolla con milimétrica precisión hasta llegar al imposible finale en un guión basado en la novela de la escritora Lolita Bosch, que avanza casi de puntillas, con el ritmo sincopado de un reloj maravillosamente ajustado.
El filme cuenta, en un tono casi intimista y que incluso podríamos calificar de minimalista, lo que supone convivir diariamente con un monstruo y cómo esa durísima experiencia afecta de manera irreversible a los tres miembros restantes de una familia de clase media-alta en un entorno burgués. Es un ambiente donde nadie puede esperar que se encuentre semejante drama; una situación que afecta a las relaciones entre ellos y a sus interacciones con los demás. El comienzo de la película es una portentosa descripción, en un lenguaje cinematográfico académico y exacto, del sentimiento que da nombre a la cinta.
Quizá pocas situaciones dejen al espectador más desasosegado que ese diálogo apenas musitado hacia la mitad del metraje del filme donde el hijo, interpretado con enorme contención, como el resto de los personajes, por Igor Szpakowski, le pide a la madre que tenga arrestos y la anima a huir de esa casa: madre y los dos hermanos, los tres. Y la madre, con mirada suplicante, le dice que a dónde irían si dejan atrás esa casa del ogro, esa morada burguesa y terrorífica donde ambos hermanos se comportan como émulos de Hansel y Gretel, protegidos por una Roser Camí en la que el miedo se puede leer en cada centímetro de su rostro.
En este documento fílmico magistral todos tienen miedo, y la figura paterna, esa encarnación del mal, lo provoca en el resto de miembros de su familia de una manera casi cotidiana y permanente. Cadena introduce en el relato la violencia explícita, pero nunca llegamos a verla porque la describe de manera perfecta con unos primeros planos del hijo verdaderamente angustiosos y con un excelente dominio del fuera de campo.
Lo que el espectador no espera es ese final durísimo, que no ofrece salida alguna, pavoroso, donde el miedo latente durante todo el metraje desemboca en violencia inesperada. Es una violencia que encierra una declaración de amor materno-filial tan hermosa como desgarrada. Se trata de un final que se recordará mucho tiempo después de haber abandonado la sala de cine.
En el último año, este crítico sólo recuerda otra película que, en un primer visionado, le haya impactado tanto como La por. En aquella ocasión se trataba de L’ Apollonide de Bertrand Bonello (2011), preciosista y milimétrico retrato de un burdel parisino en los años situados en el cambio del siglo XIX al XX que fue realizado por el director que acaba de presentar en Cannes Saint Laurent. L’ Apollonide es una depurada muestra de estilo; una bellísima película de cine. Es un espectáculo visual de altísimo gusto.
La por se trata de un ejercicio cinematográfico hecho a golpe de metrónomo. Una película terrible y dura, pero imprescindible. Una historia tan dura no se puede contar de manera más estilizada y bella en apenas setenta minutos.