Es raro esto del fútbol. En ocasiones me pongo mi traje mental de extraterrestre (creo que es venusino) y hago como de recién llegado y que justo y de sopetón me doy de nariz a boca con un estadio. Sin más referencias, la primera deducción es que se trata de un enorme caldero donde se cuecen, a las finas hierbas, los locos más locos del mundo. No sé qué otra idea se podría tener ante semejante alboroto. En ese estado delirante, los terrícolas se vuelven un disparate. Pero hay que reconocerles que son más festivos que cuando se ponen en la más ardua tarea de matarse unos a otros. El fútbol tiene un poco de eso. En ambos casos los ciega la emoción de los fanáticos. La patria se les vuelve una bandera o una camiseta y vienen a ser lo mismo.
Los venusinos entendemos que casi siempre hay una relación entre la emoción y el terruño. Y que, al igual que en el ejército, por todos los medios tratan de mimetizar y borrar al individuo para pode ser multitud, que es como decir que a la vez son montón y ninguno. Por eso se pintarrajean la cara, se uniforman, pierden sus propias palabras para abandonarse sin pensamiento al coro y a la consigna. Hay otra semejanza de la que nos percatamos los venusinos. Un partido político y un partido de fútbol se parecen en que ambos tienen hinchadas. Lo que no hemos podido establecer es qué es lo que tienen hinchadas. Alguna pista da saber que el fútbol es muy masculino.
Como todo en los hombres, es una lástima que hayan convertido un juego en un asunto tan serio. O, bien mirado, debe ser esto lo divertido. Porque en realidad muy poco tiene de juego. Nosotros los hemos visto llorar en el triunfo y llorar en la derrota. Los deprime o los exalta. No caeremos en la tentación de decir esa tontería de que son 11 idiotas que le pegan a una pelota para correr desesperadamente detrás de ella para que los otros 11 no se la quiten. Alguna otra gracia debe tener para que miles, qué digo, millones, lo sufran en el estadio o en casa. Porque, dando otra vuelta de tuerca, el fútbol es ante todo un sufrimiento.
A los humanos les gusta sufrir. Miren que aquí encontramos otra conexión que nos deja perplejos. Veneran una imagen que a nosotros no da cierto repelús porque es un pobre señor ensangrentado, coronado de espinas y clavado en una cruz de mala manera. Todo parece indicar que Él tiene que ver con los trámites del fútbol. Es costumbre que los contendientes, al entrar a la cancha, primero tocan el césped y luego se dibujan sobre sí esa cruz, de la frente al pecho y del hombro izquierdo al derecho. Parece que este Dios media en el juego. Cuando meten un gol, agradecidos alzan al cielo los brazos. Lo que no hemos podido dilucidar es si cada equipo tiene su Dios. O si es el mismo y por eso se disgusta tanto el contrario.
A nosotros los venusinos hay otras cosas que nos llaman poderosamente la atención. Este planeta no nos deja de sorprender. Hay algunas observaciones que hemos tenido que corregir. Para citar una, recuerdo que después de nuestros primeros viajes dimos por verdad probada que el coche era una nodriza que de tanto en tanto expulsaba humanos del vientre. Fue un error al momento de asignar sentimientos. Con tanta importancia y mimo creímos que eran las madres. Traigo esto a cuento porque todavía no entendemos por qué tratan a la pelota con los pies si para eso tienen las manos. Otra cosa, y esta sí nos gusta, es lo perfectamente sincronizados que están. Si nadie me corrige, yo diría que es el resultado de ensayar toda esta coreografía desde mucho antes de que les salga tanto pelo en el cuerpo. Es de admirar cómo, en una parte de las gradas, todos se levantan a una, aúllan por un segundo y luego se sientan decepcionados. Veces hay que, tensos, se tapan los ojos, esconden la cara y se muerden las uñas. Veces que desaforados gritan, gesticulan, se abrazan, saltan y bailan. Y ni qué hablar cuando se enojan con el único que no toca el balón. Como venusino no sé a qué viene tanta ira. Será precisamente porque no toca el balón. Debe ser que quiere jugar y no lo dejan. Y por eso el hombre se cabrea y no hace más que incordiar e interrumpir con el pito que lleva en la boca.
Como colofón al asunto, nos queda mucho por aprender. No sabemos en qué escala de valores podemos poner el fútbol. Fíjense que hace poco a un equipo que hemos seguido lo pasaron por arriba con un 4 a 1 final. Al otro día todos los diarios llenaron la página principal como si fuera una desgracia de carácter nacional. ¡Vergüenza y humillación! Y la TV y la radio gastaron babas de sobra. Algo que nunca vimos con los famosos desahucios. Por poner un solo ejemplo de lo que para nosotros los venusinos es mucho más importante. ¡Vergüenza y humillación!