3.0 Opinion

Noctámbulos

Foto de César Martín.

Introito

Tres personas y tres momentos casuales, aleatorios… Vidas singulares que quedaron atrapadas en un espacio, en un tiempo. Puedan parecer ficticias o reales. Puedan parecerse a tu vida o a la de un desconocido, o a la de ambos. Secuencias de la noche, esa que igual pasaste dormido mientras otros continuaban dando rienda suelta a una existencia que no da tregua.

Foto de César Martín.

Foto de César Martín.

Introito

Tres personas y tres momentos casuales, aleatorios… Vidas singulares que quedaron atrapadas en un espacio, en un tiempo. Puedan parecer ficticias o reales. Puedan parecerse a tu vida o a la de un desconocido, o a la de ambos. Secuencias de la noche, esa que igual pasaste dormido mientras otros continuaban dando rienda suelta a una existencia que no da tregua.

Nacho

Amagó el primer desamor pero el segundo le dio directo en sus dieciocho. Esa noche se revolcó en su propia pesadilla para verla desnuda, seductora, provocándolo, rodeada de otros muchachos que se burlaban de él mientras la besaban y tocaban con lascivia. Apretó inconsciente los puños y golpeó la cama. Dio vueltas sobre sí mismo en un revoltillo de sábanas que comenzaban a desprenderse del colchón. Jadeaba y sudaba mientras luchaba contra su mente castigadora. Todo fue en vano y recreó las imágenes con excesiva nitidez.

Esperó hasta que acabaran para despertarse. Sus ojos se abrieron como platos y recobró la respiración pasados los minutos. El maldito sueño lo recordaba con repulsiva claridad y continuaba reproduciéndose en su cabeza a intermitencias, pura obsesión. Se incorporó para sentarse en la cama mientras agarraba el teléfono móvil de la mesilla de noche. “Última vez, hoy a las 3.25 am”, leyó en la pantalla mientras se preguntaba dónde estaría la muy puta. Comenzó a teclear un “te echo de menos” y pulsó enviar a las 3.51 am.

Amanda

Desespero y sinrazón. Vigésimo segunda vez que recorría el pasillo de la casa; de la habitación al salón con los nervios a flor de piel. No conseguía pegar ojo; la preocupación se la llevaba en volandas, era imposible mantener los pies en tierra. No dejaba de pensar lo injusta que era la vida. ¿Por qué a mí?, se repetía una y otra vez en lo que parecía ya casi un mantra. No había peor castigo que forzarse a buscar un sentido a lo que no lo tiene. Pero ella no soportaba que no hubiera un motivo. Repasó con fijación cada posibilidad sin encontrar hueco para una explicación. La desesperación hizo que buscara razones en magias y deidades.

A las 4.13 am paró delante del reloj de la cocina para echarse a llorar. Se tragó sus gemidos amargos para no despertar al resto de la casa. No se podía creer lo que estaba sucediendo y repasó el hecho una vez más. Negó con la cabeza violentamente mientras el caudal de sus ojos se derramaba mejillas abajo. Una punzada atravesó su estómago. Arcadas.

Luis

Pidió asilo en un instante de la madrugada. Desvelado contempló el despertador, que marcaba las 3.14 am, con su incandescencia roja. Se incorporó con valentía y salió al balcón a soñarse con consciencia. Viajó con la seguridad del que conoce lo que quiere; no vaciló ni un momento. Contemplando el mar destapó la utopía y quiso ser él. Alcanzó cotas inimaginables. En su interior ardía una necesidad visceral de reinventarse y romper con aquella dinámica absurda. Creyó en sí mismo para apoyarse y dar verdad al pensamiento. Su piel se erizó emocionada. Volvió a confiar en que era posible empezar de nuevo a vivir.

No se habría dado cuenta de las horas que habían pasado de no ser porque el frío comenzaba a calar en sus huesos. Se recogió puertas adentro para hacerse una infusión. Los efluvios que emanaban de la taza lograron adormecerlo. Sorbió y se dejó empapar por dentro mientras el alba anunciaba el comienzo de la jornada. Esta vez decidió prolongar el sueño y llevárselo puesto.

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