La seguridad es mayormente una superstición
Helen Keller
¿Cuántas veces al día podemos preguntarnos esto? Queremos conocer al detalle si lo que vamos a hacer vale lo que cuesta, nuestro esfuerzo, nuestro tiempo… En definitiva, nuestra vida.
Esto nos lleva a embarcarnos en una negociación, muchas veces con nosotros mismos, otras con los demás.
Pedimos certeza cuando sabemos que la única forma de avanzar es la que proporciona el arriesgarse. Que cuanto más arriesguemos, más obtendremos. Sin embargo, seguimos pidiendo seguridad. Es nuestra lucha. Queremos saber los resultados incluso antes de haber empezado a hacer nada.
Esto en principio no tiene por qué ser algo malo. Siempre que no nos paralice. Y, seamos sinceros, esto es lo que ocurre en la mayoría de las ocasiones. Nos quedamos quietos por miedo a que las cosas no vayan como esperamos o queremos que vayan. Luego vienen las lamentaciones, cuando vemos que quien ha arriesgado lo consigue.
En el fondo es la historia de siempre. Queremos conocer el futuro antes incluso de tomar alguna decisión en el presente. Pero la clave es la incertidumbre. Si simplemente somos conscientes de que no hay nada escrito y que, en muchas ocasiones, lo que tenga que suceder, dependerá de lo que nosotros hagamos; seguros o no, empezaremos a entender de qué va esta película.
La historia de los triunfadores está llena de personas que fueron tildadas de locos por lanzarse a la aventura con pocas certezas de los resultados. Hoy a esos inconscientes los llamamos visionarios o simplemente decretamos que tuvieron suerte. Y no es así.
La diferencia entre quien lo consigue y quien no depende, en mucha medida, del grado de incertidumbre que seamos capaces de soportar. A esto, por supuesto, hay que añadirle conocimiento, compromiso y propósito, componentes esenciales de la motivación intrínseca. Y una gran capacidad de aprendizaje que nos lleve a entender los tropiezos o fracasos como la principal fuente de aprendizaje.
Y, por último, está la suerte, que es como la inspiración. No sirve de nada si cuando llama a tu puerta no te pilla trabajando.
Leocadio Martín Borges Psicólogo
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