Hoy quería contar una bonita historia que nació, como tantas otras historias que hallan madriguera en esta misma columna, durante el paseo rutinario por el parque que está junto al barranco: el de la ceiba y el banco; o sea, otro relato que vio la luz en mi paisaje urbano preferido.
Esa bella historia, emocionante historia que no quiero que muera sin que antes tenga su minuto de gloria (su lectura hedonista), estoy a punto de meterla en la nevera de las palabras, para que ahí, hasta que decida activar su deshibernación, perviva tal cual la envasé y coloqué, con todos sus vocablos y otros añadidos: con todas sus letras vocales y consonantes, sus puntuaciones y sus números.
Se puede decir, salvando las distancias, que lo que metí en la nevera de las palabras fue un archivo pdf. No ha sido exactamente así, pero me sirve para que ustedes, queridos lectores, no se pierdan por el camino. Con el pdf ya en la nevera de las ideas, y ahora he cambiado de denominación, miro a mi alrededor, que es como observar una pantalla de ordenador llena de colores e imágenes, y solo veo al comandante: Chávez en todos los píxeles. Son imágenes del ayer, del pasado; de alguien al que tampoco le valió Dios para escapar de la muerte.
Hugo Chávez, el ya expresidente de la República Bolivariana de Venezuela, se fue el lunes (on Monday), que era lo que estaba previsto. Y no quiero decir que ese fuera el momento exacto y programado para su fallecimiento; ¡no!, sino solo que la ciencia ganó la partida a su fe extrema en la salvación terrenal. La ciencia dijo que ya no se podía hacer nada, y así ocurrió, por desgracia para sus allegados, seguidores y adeptos.
¡Y claro que es una pena! Su marcha nos deja un mundo que vuelve a parecerse muchísimo por sus cuatro costados: homogeneidad. Y creo que esto es malo, sin necesidad, que no hay tiempo ni espacio, de profundizar ahora en todos los pros y los contras de esa trayectoria humana, mucho más compleja cuando se está al mando de un país señalado y además se es el líder ideológico de no se sabe muy bien qué… Sí, de una amplia zona geográfica…
Andaba, y nunca mejor dicho, con otra reflexión por el parque (la que ya les he dicho que dejo para otro día, la que metí en la nevera de las palabras) cuando me adelantó a toda prisa la muerte anunciada de Chávez. Y ha sido esta historia, esta triste historia, la que al final llegó primero, tras coger la autopista de la actualidad, al punto de partida de esta carrera de escritura que ahora mismo supera la bandera a cuadros.
Chávez no me gustaba, pero tengo la sensación de que su muerte es más mala que buena para la humanidad. Veremos…
Abro, compruebo y cierro la nevera. Está ahí aquel relato. Tengo más ideas. Sonrío…
NOTA DEL AUTOR: artículo escrito el 6 de marzo de 2013, tras la muerte de Chávez. Se publicó el 7 de marzo en Diario de Avisos.
