“El niño que no juega no es niño, pero el hombre que no juega perdió para siempre al niño que vivía en él y que le hará mucha falta”
Pablo Neruda

Joaquín Sorolla, Niño en la arena
Pues sí. Así es. Es algo incontestable que nuestros niños y niñas van a crecer. Echaremos de menos cuando los llevábamos de la mano o cuando los enseñamos a nadar: sus sonrisas o caras de asombro al ver algo por primera vez o al escuchar cómo el abuelo les contaba un cuento.
Pero eso lo estamos viviendo ahora. Disfrutemos de ellos. No tengamos miedo de perder horas de sueño o de salir del trabajo agotados para llevarlos a la playa. Y no importa la hora. ¡Van a disfrutar igual! Porque si hay una expresión máxima de cómo disfrutar el presente es la que nos dan los niños. Se deleitan con todo, lo saborean hasta límites insospechados. Puede ser bajar o subir un escalón o ver una peli por enésima vez.
Tienen una gran ventaja que nosotros parecemos perder a medida que crecemos. Su gozo nace de su interior. Por eso son capaces de repetir hasta la saciedad. En realidad no lo están haciendo. Son experiencias nuevas, aunque a nuestras estrechas mentes nos parezcan las mismas.
No tienen más mochilas emocionales que las que nosotros nos empeñamos que carguen. Por eso son capaces de enfadarse y desenfadarse a una velocidad pasmosa. ¿No les llama la atención cómo son capaces de acercarse a otro y preguntarle si quiere ser su amigo?
En ocasiones reflexiono sobre esto aplicado a la soledad que pueden sufrir muchos adultos, algunos por incapacidad de conectar con otros seres humanos; otros porque simplemente han olvidado cómo hacerlo.
Por esto, la propuesta de hoy es muy sencilla. Dejemos las quejas y las consabidas ganas de que vuelvan el colegio. Aparquemos nuestro egoísmo de adultos y disfrutemos del tiempo que tenemos con nuestros hijos e hijas. No van a estar siempre a nuestro lado y, cuando crezcan, ¡los echaremos de menos!
Leocadio Martín Borges Psicólogo
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