
Zentolos / www.flickr.com
Me han robado la energía. Sí, sí, como leen, me la han robado. Dicen que no existe ese tipo de personas llamadas los chupaenergía o vampiros energéticos, pero les digo que son reales, que yo conozco a uno.
No es fácil reconocerlos entre la multitud, pero una vez comienzas a unir cabos te das cuenta de que van por ahí robando positividad y ganas a los demás. Aparentemente son personas normales, sin ninguna característica concreta, salvo una tristeza oculta entre chistes facilones y una sonrisa intimidatoria. Ellos no son conscientes de su succión, pero les aseguro que te dejan KO.
En un principio me lo tomaba a broma, hasta que llegó mi día. Era una mañana cualquiera de verano y cogí mi coche para hacer unos recados. De repente me llamó mi hermano para contarme que mi madre había sufrido un desmayo, que se encontraba bien, pero estaba en el hospital para hacerle unas pruebas. Nerviosa, colgué y solté el móvil sobre mis piernas. Justo en el instante en el que reanudo la marcha, y con el susto todavía en el cuerpo, la policía me da el alto. ¡Mierda! Con calma y serenidad, paro mi vehículo donde me indica. El agente, con tono borde y un tanto chulesco, me dice:
-Buenos días señorita, estaba usted manipulando el teléfono móvil.
-Ya -le respondo con voz tímida-. Pero no estaba hablando, ahora que si por manipular usted entiende que lo tenía en la mano…
-El carnet de conducir -me solicita el agente elevando un poco más el tono.
-¡Más mierda! ¡Lo tengo caducado! -pienso mientras le digo que ni cuenta me había dado- ¿Para estas cosas no mandaban una carta?
Nada, no hay excusas. Doble multa e inmovilización del vehículo. ¿Podía pasar algo más? Sí, llegar a casa y no poder entrar por haberme dejado las llaves dentro.
Pensarán que todo esto podría estar relacionado con la Ley de Murphy, el karma o cualquier otra teoría, pero no: el día anterior había estado con un vampiro energético. Tomé café con él, puso su mano sobre mi hombro e incluso recuerdo darle un abrazo de despedida. Ya me habían advertido de sus poderes, pero no me los tomé en serio, desoí las historias que sobre él contaban. Y ahí dejé todo mi ser, toda mi energía positiva… Lo he pagado caro.
A partir de ahora empezaré a cuidarme de estos personajes que nos rodean. No intenten atacar ni desviar su atención. Si se encuentran con alguno, mi consejo es claro: huyan y no se defiendan.