No sabía que esto pudiera tener tanto castigo para una persona que no tiene dinero
Lola Flores

Who Stole the People’s Money?, publicado en ‘The New York Times’, en 1871 grabado de Thomas Nast.
Nuestra reacción ante cualquier muestra de falta de honestidad de un responsable político es la indignación y la petición del inmediato castigo. ¿O no? Lo cierto es que hay matices. Y éstos tienen que ver con varios aspectos.
Quizás el primero se refiere especialmente a nuestra propia percepción de la culpabilidad. En ocasiones también puede depender de la cercanía que tengamos al corrupto o corrupta, sea política, de amistad o de cualquier otro tipo. En este país, por último, también debemos considerar los aspectos sentimentales. Nos apena que personas que teníamos como defensores de nuestro modelo de vida se revelen como auténticos sinvergüenzas.
Y esto provoca reacciones curiosas en algunas personas. Se puede tender a justificar o a perdonar, por el bien común, desde pequeñas a grandes decepciones. Es una forma de protegernos, de no lidiar con la sensación de engaño que nos embarga cuando se nos cae cualquiera de nuestras referencias.
También hay quien pueda pensar que es algo inevitable, consustancial a la gestión política o a la condición humana, y así seguir justificándolo. Como escuché a un político decir recientemente: “La corrupción es algo sistémico en este país”. Y se quedó tan ancho para pedir, a continuación, todo tipo de medidas contra quien la practica.
Si lo que quiere decir es que todos somos susceptibles de ser corruptos, tiene toda la razón, porque esto es la libertad de elegir. Pero se equivoca si a lo que se refiere es a que, por el hecho de ser de este país, tendemos a hacer trampas de forma inevitable.
Corromperse es una elección, y es consciente. No nos equivoquemos. La ignorancia no forma parte de esta ecuación. No es justificable de ninguna manera.
Por eso, más allá de las cuestiones políticas, económicas e incluso históricas, la corrupción es un problema de educación. Y solamente se solucionará cuando empecemos a considerarlo así en la familia, la escuela y la sociedad.
Solo entonces dejará de ser sistemática, que no sistémica, como estoy seguro que quería decir el mencionado político.
Leocadio Martín Borges Psicólogo
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