“Acepto que sientas odio, pero no que actúes con él…
Acepto que ames, aplaudo que actúes siempre con él”.
Jean-Baptiste Molière

JEAN LOUIS THÉODORE GÉRICAULT – La Balsa de la Medusa (Museo del Louvre, 1818-19)
Resulta difícil entender cómo los seres humanos dejamos de ser tales para convertirnos en bestias sin sentimientos traspasando todas las líneas posibles de nuestra supuesta condición. Las guerras que vivimos en la actualidad y los sinsentidos que éstas arrojan a nuestras pantallas en forma de muertos y vejaciones no tienen justificación alguna desde lo que nos define como personas.
Estoy seguro de que hay quien sabe hacerlo desde la política, la economía o la historia. Pero ese no es mi papel. Mi intento va a ser otro. ¿Cómo conseguimos ser inmunes a la barbarie que nos rodea?
Supongo que muchos de nosotros lo conseguimos por un fenómeno de acostumbramiento. Vamos habituándonos a ver y a soportar estas imágenes con una mezcla de distanciamiento emocional y tolerancia, como la que experimentan los adictos a sustancias. Esto es lo que parece ocurrirle a la mayoría de la población, que es capaz de ver estas atrocidades mientras cena tranquilamente frente al televisor.
Las reacciones de muchas personas toman diferentes caminos. En primer lugar, estarían los explicadores. Son personas, con más o menos instrucción o conocimiento, que tratan de explicar las muertes de inocentes que ocurren en estos conflictos. Descartado el argumento del odio racial, en el que no quiero entrar, el único argumento que encuentro a estas elaboradas justificaciones es la necesidad de racionalizarlo para poder soportarlo.
En segundo lugar, estarían los que ignoran. De una forma u otra, estas personas deciden no ver lo que ocurre a su alrededor. Aquí también descarto el argumento de la insensibilidad, que puede parecer el más sencillo de abrazar, y me decanto por un conocido fenómeno de la psicología: la baja tolerancia a la frustración. La necesidad de que el mundo sea cómodo para nosotros y que nada perturbe nuestra plácida existencia. Es una cierta variación de la zona de confort que tanto nos gusta.
En tercer lugar, están los que actúan. Es esta categoría la más amplia y variada. Va desde quien llena sus pantallas de imágenes atroces, intentando concienciar al mundo de lo que ocurre, hasta quien ha pasado a la acción, bien acudiendo directamente a ayudar o bien apoyando a quien lo está haciendo.
Estas categorías, informales por supuesto, podrían subdividirse o ampliarse mucho más, pero no dejan de ser manifestaciones de la enorme dificultad que tenemos para poder soportar algo que nos aleja de nuestra verdadera condición humana.
No lo podemos aceptar, y es esto lo único, a mi modo de ver, que no debemos olvidar.
Leocadio Martín Borges Psicólogo
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