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Síndrome posvacacional… pero menos

Es el momento de la vuelta de vacaciones y nos encontramos con uno de los tópicos más recurrentes de la psicología popular: el estrés posvacacional que, como las meigas, haberlas, haylas … pero menos.

Pongámonos en situación. Reportero de televisión que pregunta, inquisidor, a viandante.

-Señor, ¿tiene usted síndrome posvacacional? -y, suponiendo que el encuestado sepa de lo que habla el otro, le contesta.

Hemos olvidado que nuestra única meta es vivir y que vivir lo hacemos cada día y que en todas las horas de la jornada alcanzamos nuestra verdadera meta si vivimos… Los días son frutos y nuestro papel es comerlos.

Jean Giono


LEOCADIO

Es el momento de la vuelta de vacaciones y nos encontramos con uno de los tópicos más recurrentes de la psicología popular: el estrés posvacacional que, como las meigas, haberlas, haylas … pero menos.

Pongámonos en situación. Reportero de televisión que pregunta, inquisidor, a viandante.

-Señor, ¿tiene usted síndrome posvacacional? -y, suponiendo que el encuestado sepa de lo que habla el otro, le contesta.

-Ya quisiera.

El hábil reportero pregunta: “¿Por qué?”. La contestación parece obvia y común: “Eso significaría que tengo trabajo”.

Es curioso, al menos a mí me lo parece, cómo algo de lo que dábamos por cierto hace unos años, en este momento, lo ponemos en cuestión. Con fundamento, por supuesto. Porque lo que ha ocurrido con este síndrome no es más que otro síntoma del modelo de enfermedad que hemos tenido durante muchos años en una sociedad de la indolencia. Volver a trabajar, tras un periodo de vacaciones, era casi un trastorno mental.

Entendíamos que un cambio, por otro lado normal, era una auténtica tragedia. Curiosamente se suponía que un periodo de 10 a 30 días de vacaciones era algo que conseguía la desconsolidación del resto del año. Raro, ¿verdad? Algo falla si nuestra vida (la que nos gusta de verdad) se concentra solamente en los días de vacaciones.

Digámoslo alto y claro. Este síndrome no existe. Es perfectamente normal que, tras un periodo de cambio, nos cueste adaptarnos a otro ritmo de vida. Es normal y es bueno. Significa que estamos vivos y que somos conscientes de ello.

Así que si les cuesta dormirse temprano o están un poco agobiados, ¡bienvenidos al club de los vivos!: de aquellas personas que experimentan lo malo y lo bueno de la existencia, sufriendo lo uno y disfrutando lo otro. A esto lo llaman vivir y no tiene nada de trastorno psicológico.

Leocadio Martín Borges Psicólogo

www.leocadiomartin.com @LeocadioMartin fb.com/LeocadioMartinCambiate

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