“La vida es eso que pasa mientras tú haces otros planes”. En ese momento, abro los ojos, sonrío y pienso: John Lennon aquí lo cuadró, ¿verdad?
Este curso tengo que aprender inglés; llamaré a una chica londinense que me recomendaron. Me apuntaré al gimnasio, no sé, quizás pueda ir tres días en semana. Mañana pediré cita con el dentista; tengo que hacerme una limpieza y despedirme de las muelas del juicio. ¡Adiós pelos! Depilación láser a 19,90 euros la zona; todo un chollo. Quedaré con Dania el sábado; tengo mil cosas que contarle.
¿Quién no planifica? Todos proyectamos algo, ya sea un viaje, un encuentro, una cena, celebraciones o lo que almorzarás mañana. Incluso a veces tenemos un plan B por si no funciona el que hemos previsto. No creo que hacerlo sea malo o un error. Tampoco creo que estés dejando pasar el tiempo o la vida por hacer lo que has pensado. De hecho, es necesario para cumplir los objetivos que deseas o te has propuesto alcanzar en tu camino.
Lo que sí considero un error es no dejar que esos planes se rompan por lo inesperado: no dejar que la improvisación tenga un hueco. Hay que permitir el fallo de esos planes y dejar paso a la sorpresa, a esos momentos que no esperas, que aparecen sin control alguno. Unas veces son situaciones amargas, que hieren y hacen temblar tus cimientos. Otras, son recibidas con una sonrisa y son mucho más especiales que cualquier idea que hayas imaginado. Realmente en esos momentos es cuando encuentras la esencia, eso que te hace vibrar y a la vez te mantiene en alerta.
Planes, ¿por qué no? Pero no olvides dejar espacios. Quién sabe, lo mismo entre un plan y otro ocurre algo que cambie tu vida y quizás tus planes.