Primavera, verano, otoño, invierno… y primavera está dirigida por el surcoreano Kim Ki-duk y fue rodada en 2003. Es una joya de la filmografía oriental. Se trata de una película que, a modo de cuento taoísta, relata una historia emocionalmente compleja, repleta de silencios, de una vibrante iconografía e imágenes de extraordinaria belleza.

En este filme, el maestro coreano hace partícipe al espectador de un viaje espiritual y simbólico por las distintas edades del hombre. Es una singladura maravillosa que, como metáfora de nuestra propia existencia, queda reflejada en el ciclo vital de la naturaleza: desde el nacimiento del ser hasta su decadencia, desde el aprendizaje hasta la sabiduría, desde la primavera al invierno, con el transcurso del devenir de la existencia por estaciones intermedias. Mientras las estaciones se suceden, descubrimos la intensa relación entre dos monjes que viven en una ermita flotante, inmersa en un bellísimo paraje rodeado de árboles y montañas.

Durante sus vidas, ambos compartirán momentos intensos de gran misticismo y espiritualidad, pero habrá otros de profundo dolor e, igual que ocurre con todo ser humano, serán incapaces de evitar que surjan los sentimientos y las emociones inherentes al hombre: el deseo, la pasión, el dolor y el sufrimiento.