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Guisado: “Hay que diseñar acciones para estómagos, no para cabezas”

En una sola frase, puede decirse de él que es un hombre hecho a sí mismo. Ha pasado por distintas etapas: ingeniero, político y consultor. Está considerado uno de los mejores a la hora de entrenar a directivos en habilidades para hablar en público y para la resolución de crisis de reputación. Las personas se quedan con menos del 10% de lo que contamos: el resto es lenguaje no verbal. Cómo vestirse y hablar, cómo moverse, cómo sonreír o mirar, o qué postura se adopta al dirigirse a los demás son factores más decisivos de lo que se cree…

Miguel Ángel Guisado, experto en comunicación. / CANARIAS3PUNTOCERO

Miguel Ángel Guisado, experto en comunicación. / CANARIAS3PUNTOCERO


En una sola frase, puede decirse de él que es un hombre hecho a sí mismo. Ha pasado por distintas etapas: ingeniero, político y consultor. Está considerado uno de los mejores a la hora de entrenar a directivos en habilidades para hablar en público y para la resolución de crisis de reputación. Las personas se quedan con menos del 10% de lo que contamos: el resto es lenguaje no verbal. Cómo vestirse y hablar, cómo moverse, cómo sonreír o mirar, o qué postura se adopta al dirigirse a los demás son factores más decisivos de lo que se cree…

Por sus clases han pasado desde líderes políticos y altos ejecutivos hasta periodistas, responsables de marketing, publicidad, ventas, agentes y directivos de multinacionales y de numerosas empresas medianas y pequeñas. Miguel Ángel Guisado ofrece el 13 y 14 de octubre un nuevo curso para aprender técnicas de oratoria y comunicación no verbal. La cercanía de la campaña electoral es una buena excusa para recordar algunos principios básicos en la comunicación de masas.

Con la carrera frenética de las elecciones de mayo, ¿cuál sería la regla de oro de un candidato en sus apariciones en público?

“No hay una única regla… ¡Ojalá fuera tan fácil! A ver… Menos discurso político vacío y más ir al grano; menos meterse con los adversarios y más defender sus ideas sin recursos retóricos y sin ambages. Se exige sinceridad y eso hay que demostrarlo. Se exige coherencia y continuidad en las ideas, no vaivenes en función de la audiencia o de la coyuntura más inmediata. Necesitamos personas que se impliquen sin temor, que mantengan sus opiniones, que nos miren de frente, nos sonrían sin burla y muestren verdadero interés. Y todo eso tiene que notarse, tiene que palparse a través de una comunicación impecable. En contra de lo que pudiera creerse, la política es una de esas profesiones en las que sus miembros rara vez acuden a recibir esta formación específica sobre intervenciones en público. Es preocupante”.

¿Recomendaría seguir el ejemplo de Pedro Sánchez en Sálvame y El Hormiguero? ¿Cree que va a haber efecto contagio en otros líderes?

“Es obligación de cualquier cargo público intentar aumentar la calidad de todo lo que rodea y afecta a los ciudadanos, incluida su educación. Y hay programas de televisión que no fomentan esto precisamente… Por otro lado, cualquier político en campaña aspira a ser visto y oído por tanta gente como le sea posible. Uniendo ambos objetivos, diría que hay programas de televisión que desechar y otros en los que hay que intervenir con sumo cuidado, de forma que el candidato no se deje envolver por el halo propio de la emisión y mantenga un comportamiento ejemplar y digno en cualquier situación, dejando patente siempre, incluso en circunstancias adversas, quién es él -o ella- y qué representa. Todas son herramientas útiles para trasladar el mensaje y la imagen, pero han de usarse con cautela, y hacer el juego propio, no el que se le imponga según el formato. Y todo esto sin perder el sentido del humor… En cuanto al efecto contagio: me temo que sí, que se tirarán a la piscina con un ‘pues yo más’…”.

¿Cómo cree que influirá el miedo escénico que ha entrado a todas las formaciones tras la irrupción de Podemos?

“El líder de Podemos es un gran y hábil comunicador; por eso ha obtenido tanto éxito. Ha provocado una auténtica estampida de sus temerosos contrincantes hacia los reality shows y las redes sociales. Sus adversarios políticos creen que han de hacer lo mismo que él…, y creo que se equivocan -en parte-. La presencia mediática es crucial, pero no gana quien más sale en las tertulias de la tele (por lo menos, no en algunas), sino quien tiene un mensaje más sólido y coherente, masivamente difundido. Unas elecciones son una batalla de comunicación. Así de simple. Así de complejo. Una buena idea mal comunicada perderá siempre ante una mala idea bien comunicada. Lo ideal: una buena idea perfectamente transmitida. Decir lo que la gente quiere oír es mentir, es administrar un placebo peligroso. Un buen político ha de decir lo que la gente necesita y debe oír…, y contarlo de la manera adecuada y en los foros idóneos es lo que debería triunfar. Y digo debería porque teorizar es muy fácil. El estilo de algunas tertulias televisivas ha convertido en chabacanería ramplona lo que debería ser un elegante ejercicio de dialéctica y debate, y están contribuyendo a instituir como bueno y aceptable -a fuerza de repetición- lo que no es más que un show que degrada el nivel intelectual de la población, llegando incluso a deformar su percepción de la realidad. En una campaña política, hay que apelar a las emociones, además de a la razón. Las personas decidimos emocionalmente; no nos convencen sólo con argumentos lógicos… Necesitamos más que eso para decidir, para cambiar nuestra actitud. Una campaña basada sólo en el programa electoral está abocada al fracaso. Se debe diseñar una batería de acciones con carácter más emocional -basada en hechos contrastables, eso sí- que vaya dirigida a estómagos y corazones, y no tanto a cabezas y cerebros. Racionalmente me puedes convencer, pero, si quieres que asuma tus ideas como propias, también has de emocionarme”.

¿Qué es lo que nunca debe hacer o decir un candidato? ¿Cuándo se cruza la línea roja?

“Esa línea roja está siempre muy cerca: cualquier descalificación peregrina del adversario -como persona-, y no de sus ideas, significa transgredir los límites. Eso me desagrada profundamente. Debe adecuar su discurso a la audiencia a la que va dirigido, no valen los pronunciamientos enlatados. Alejarse de los mensajes populistas, y decirnos por qué es importante para el ciudadano votar por él. Debe sonreír. Debe hablar con claridad y ejemplaridad. Me encantaría oír con mayor frecuencia a un candidato hablando sin tapujos de la vergüenza que siente por las corruptelas de su propio partido, mirando la viga en su propio ojo, antes que la paja en el ajeno”.

Cada vez más, saber hablar en público (ante una entrevista de trabajo, una presentación científica, un discurso a los empleados, una crisis que obligue a comparecer ante los medios de comunicación…) se ha convertido en una obligación para casi todos. ¿Qué ofrece el curso que impartirá en Tenerife?

“Sobre todo, el curso da una visión renovada del verdadero alcance y trascendencia de una buena comunicación y, por supuesto, de cómo conseguirla. Hacemos especial énfasis en la puesta en escena, en los modos de comportamiento no verbal y en el entrenamiento de las capacidades vocales…, y entramos en la importancia del diseño de la proyección, de la indumentaria, del movimiento, de la lectura de discursos… Cada punto, cada acción tomada en una presentación, tiene relevancia. Este curso bien aprovechado permite a los participantes el cambio inmediato en su forma de presentar y de hablar en público. De un día para otro, el cambio es radical. Hay un antes y un después: tras el curso verán cómo sus reuniones se acortan y cómo alcanzan mejor sus objetivos de transmisión de mensaje. Mostramos las distintas herramientas que ayudan a destacar en las presentaciones, desde proyectores hasta pantallas, desde aplicaciones para proyectar hasta el uso de pizarras o papel, ante pequeñas y grandes audiencias. Regañamos y nos reímos juntos. Pero, sobre todo, enseñamos con el ejemplo”.

MÁS INFORMACIÓN:  bit.ly-cursooct14

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