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Un electorado ilusionado

El resultado más importante del referéndum escocés no fue el sí o el no a la independencia.

El resultado más notable del referéndum escocés es que el 85% de los ciudadanos con derecho a voto participaron, a pesar de los recelos de los observadores rusos. Este resultado no fue la consecuencia de un electorado cínico que había perdido la fe en las promesas rotas y vacías de los políticos, sino la democracia participativa en plena acción. El referéndum escocés puede ser la señal de un cambio hacia una relación diferente, de más confianza, entre los políticos, las instituciones políticas y las personas a las que sirven y de cuyos trabajados impuestos son los guardianes.

David Cameron y Alex Salmond. / THEGUARDIAN.COM

David Cameron y Alex Salmond. / THEGUARDIAN.COM


El resultado más importante del referéndum escocés no fue el sí o el no a la independencia

El resultado más notable del referéndum escocés es que el 85% de los ciudadanos con derecho a voto participaron, a pesar de los recelos de los observadores rusos. Este resultado no fue la consecuencia de un electorado cínico que había perdido la fe en las promesas rotas y vacías de los políticos, sino la democracia participativa en plena acción. El referéndum escocés puede ser la señal de un cambio hacia una relación diferente, de más confianza, entre los políticos, las instituciones políticas y las personas a las que sirven y de cuyos trabajados impuestos son los guardianes.

David Cameron, el primer ministro de Reino Unido, junto a los líderes de los otros dos partidos principales, prometió al pueblo de Escocia máxima autonomía, el llamado Devo-max, aunque después de que los sondeos indicaran la posibilidad de un voto afirmativo. La gran incógnita es qué pasará ahora. El debate se centra en qué facultades se delegarán a Escocia y, a su vez, qué poderes deberán delegarse a los otros países, las regiones y las asambleas que conforman el Reino Unido. El Reino Unido tendrá que ceder poder para seguir siendo una unión de países próspera y unida, aunque esto podría sonar contradictorio.

Este proceso de traspaso de competencias debe incluir y respetar los deseos de la población en general y debe atender necesariamente sus intereses, los de los ciudadanos, en lugar de los de los partidos políticos que van a votar sobre ello en sus respectivos parlamentos y asambleas. El referéndum escocés demostró que las personas están muy interesadas y dispuestas a involucrarse en cuestiones constitucionales, sobre una ley, de manera pacífica y respetuosa, y merecen el derecho a ocupar el centro de estas decisiones; apenas se registraron casos de violencia o desobediencia civil en la campaña del referéndum.

Las consultas para el proceso de traspaso de competencias tienen que ser abiertas e implicar tanto a los partidos como a la sociedad civil. Debería ser justo que todos los partidos escuchen a la gente de Escocia y, solo después, elaborasen planes que verdaderamente les involucren en la política británica actual. Eso los hará sentir que no sólo son tratados de forma adecuada, sino con respeto, como iguales dentro de la unión. Sin el consentimiento de las personas, las decisiones adoptadas para delegar poderes serán consideradas como una solución política dictada desde los tan despreciados cómodos sillones del establishment en Westminster, lo que Podemos en España denomina como la casta. Ése es el mensaje enviado por el pueblo escocés a través de las urnas. No hay que olvidar que el 45% votó a favor de separarse de Reino Unido y eso revela un gran número de personas insatisfechas.

El referéndum escocés puede calificarse como una cita maravillosamente democrática, desde el principio hasta el final. Un valiente David Cameron mostró su fe en la voluntad del pueblo y consensuó los términos con Alex Salmond, líder del Partido Nacionalista Escocés. La clave es que hubo un acuerdo entre los principales actores para celebrar el referéndum. Los votantes, el electorado escocés, devolvieron el gesto no sólo con una alta participación, sino también con un debate público donde dominaron la inteligencia y las buenas formas.

Los políticos de otros muchos lugares del mundo deberían prestar atención a la lección del referéndum escocés, mostrando confianza en la inteligencia de sus electores, ya que éstos les devuelven esa confianza participando masivamente de forma democrática y respetuosa con la ley. Es con alivio y optimismo cómo el Reino Unido puede comenzar la siguiente etapa de su camino como una unión sólida Dependerá de si los políticos en Westminster son capaces y están dispuestos a ceder parte de su poder.


 

VERSIÓN EN INGLÉS

The most remarkable result of the Scottish referendum is not the yes or no to separation

The most remarkable result of the Scottish referendum is that 85 per cent of the eligible voters participated, notwithstanding the misgivings of the Russian inspectors. This result was not the behaviour of a cynical electorate who had lost faith in politicians’ broken and empty promises but participative democracy in action. The Scottish referendum could signal a change towards a different and more trusting relationship between politicians, political institutions and the people they serve and of whose hard earned taxes the politicians are the guardians.

David Cameron, the prime minister of the U.K., along with the leaders of the two other main parties in the U.K. promised the Scottish people maximum devolution, the so called “Devo-max”, albeit after the polls indicated the possibility of a yes vote. So what happens now? The debate will now be about which powers will be devolved to Scotland, and, in turn, which powers should be devolved to the other countries, regions and assemblies which make up the U.K. and power will have to be ceded for the UK to remain prosperous and united state although this might sound contradictory.

This devolutionary process must solicit, include and respect the wishes of the general population and must necessarily be in their interests as opposed to being in the interests of the political parties who will vote on the issues in their respective parliaments and assemblies. The Scottish referendum showed that people are keen and willing to get involved with constitutional issues in a peaceful, law abiding manner and deserve the right to be put at the centre of these decisions; here was hardly any violence or civil disobedience in the referendum campaign.

The consultations for the devolutionary process need be open and cross party as well as across civil society. It is right that all parties should listen to the Scottish people and draw up plans that will truly engage them in mainstream British politics, and allow them to feel not only treated but also respected as equals within the union. Without the consent of the people, decisions taken to devolve powers will be seen as a political fix by the despised Westminster establishment, what Podemos in Spain would refer to as “la casta”, shocked into action by the message sent by the Scottish people. It must not be forgotten that 45 per cent voted to separate from the U.K. and that is a large number of unsatisfied people.

The Scottish referendum has been a wonderfully democratic event from the beginning to end. A brave David Cameron showed his faith in the will of the people and agreed the terms with Alex Salmond, leader of the Scottish Nationalist Party. The pint here is that there was agreement between the leading players to hold the referendum. The voters in Scottish electorate returned the gesture not only by the high participation, but also by the intelligent and generally good natured manner of the debate. Politicians should heed the lesson of the Scottish referendum by showing trust in the intelligence of the electorate who will then return that trust in a participative, democratic and law abiding way. It is with relief and optimism that the U.K. can begin the next stage of its path as a united country, but this will depend on whether politicians in Westminister are able and willing to cede some of their power.

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