
Corazón. Autor: Humerto Santos. Fuente: www.flickr.com.
Cerró los ojos cumpliendo órdenes. En un principio dudaba de que aquel ejercicio de relajación le fuese a servir para algo, pero la verdad era que no tenía escapatoria alguna, así que obedeció. Siguiendo las instrucciones se sentó con la espalda recta, las piernas colocadas haciendo un ángulo casi perfecto de noventa grados y las manos apoyadas en sus muslos. Alguna que otra sonrisa en el proceso denotaba cierta desconfianza o quizá vergüenza. No estaba solo y las personas que lo rodeaban eran extraños para él, pero la curiosidad siempre alcanza un poder mayor.
Empezó a sentir cómo el aire entraba lentamente por su nariz e imaginó el trayecto que haría hasta sus pulmones y de vuelta al exterior. Proyectó en su mente la imagen de la sangre recorriendo todo su cuerpo, desde la cabeza hasta los dedos de los pies. No estaba seguro de su ruta exacta, pero, haciendo un análisis rápido de sus partes, se dejó llevar. Llegó el momento en el que no escuchaba sonido alguno, ni olía o sentía nada procedente del exterior, sus sentidos estaban inmersos en sí mismo. Comenzó a tener conciencia del bombeo del músculo, del movimiento acompasado de las válvulas; las cuales imaginaba como puertas de una taberna del oeste, dejando pasar la sangre de un lado a otro. Y ahí en ese momento tan visceral de su pensamiento nació una imagen. Un disparo directo de realidad donde lo realmente importante se hizo visible. Donde inexplicablemente el corazón deja de ser un simple órgano vital para convertirse en algo más. Ese lugar portador de sentimientos y emociones del que hablan los poetas.
Acompañando casi en el mismo segundo a la imagen, llegó el sonido. Alto y claro, como si estuviese sonando en estéreo para todas las personas que estaban en aquella sala. Carcajadas de juegos con papá. El resto de su cuerpo ya había recibido el estímulo; la piel estaba erizada, los pelos se habían puesto de punta, y sus ojos llenos de lágrimas. Su hijo invadía todo su ser.