Sé que algún día te cansarás de estar solo. De beber tequila en habitaciones de hotel donde ha vivido el amor o el desperfecto.
Te cansarás de la vieja película de amor en la que actúas; de tu anemia emocional, de tus palabras cansadas y de tu tono altivo e hipócrita.
Cada vez que te vas de una de esas estancias no dejas más que el rastro de quienes se pudren en cajas fuertes con forma de cuerpo; eres un tipo que abre los armarios con la esperanza de que el inquilino anterior se haya dejado alguna prenda a través de la cual puedas vivir otra existencia, de una vez por todas.
Vienes, vas…, te das por vencido, tambaleándote decides colgarte en un traje que te va grande; falsificar los logros, reabrir las heridas solo para gritar entre tus manos que ya cerraron. Vestido de día del mal fario, celebrando tu tuertocorazón.
Sé que algún día te cansarás de estar solo. De vagar por ciudades desconocidas con la excusa de recorrer el mundo. Todos sabemos que te buscas a ti mismo y aún no has sido capaz de encontrarte ni en las líneas de tu nombre. Allí la tarea es incluso más tediosa que en cualquier otro lugar.
Te cansarás del tedio del abismo, de la muerte de la nada, del brillo desgastado de tus botas; del desgaste de tus mentiras habituales. Te cansarás del humo, de asaltar los trenes en los que viaja tu vida.
Un día dijiste que en todos los lugares te sentías habitante de suburbios sin nombre y ahora que te has ido has comprobado que incluso las playas del Caribe o las montañas de Nepal son demasiado insólitas para un hombre que nunca se permitió el lujo de quedarse.
Un día dijiste que cualquier noche, destruido de todo, lanzarías este desastre el aire para verlo volar; para verte flotar entre tus propios naufragios.