Todos tenemos algún tipo de adicción. Puede ser que seamos conscientes e intentemos deshacernos de ella; otras veces, no le damos importancia, y en bastantes ocasiones, simplemente, no nos damos cuenta de la dependencia que tenemos de ciertas cosas.
Lo más usual es que asociemos la palabra adicción a las drogas, tales como el alcohol, el tabaco o los alucinógenos.
Sin embargo, existen muchas otras adicciones cuya presencia está normalizada en la sociedad y que tienen efectos dañinos, aunque no sean tan evidentes a corto plazo o a simple vista.
Comenzamos por la dependencia del móvil. Se ha convertido en usual esa imagen en la que se puede ver a la mayoría de las personas con la cabeza agachada, tecleando a toda velocidad (corriendo el riesgo, por cierto, de chocarse contra alguien o contra algo), mientras caminan por la calle.
Seguimos por la adicción a los videojuegos, la televisión o la comida-basura…
Y llegamos a la que, desde mi punto de vista, es una de las peores: la adicción a otra persona. Es una de las cosas más terribles que te pueden pasar ya que dejas de tener tu propia vida y todas tus decisiones giran en torno a esa otra persona. Tu felicidad depende de ella, te conviertes en su esclava y ella pasa a ser el centro de tu vida.
Naturalmente, es el resultado de un proceso lento y largo en el que entran en juego sentimientos, experiencias y lazos muy fuertes que te dificultan ver con claridad la situación y los cambios que se están produciendo en tu vida. Tampoco es fácil ver el perjuicio que te ocasiona, ni identificar el trato que recibes, aunque, en algún momento, comienzas a sentir que no es esa la relación que quieres ni ese el trato que mereces. Es entonces cuando te vas dando cuenta de que tienes que salir de esa situación. Sin embargo, no puedes porque todas tus energías, tus ilusiones y tus fuerzas están basadas en esa persona y solo la idea de alejarte de ella provoca que te derrumbes.
Si tienes el suficiente valor y la fuerza de voluntad necesaria, puedes salir de una adicción, lo puedes conseguir; es difícil, muy duro y parece que nunca lo vas a lograr superar, que siempre vas a estar con el mono y que jamás habrá otra cosa que te llene tanto como aquella relación.
Pero no es verdad, porque, poco a poco, sin prisa pero sin pausa, pasito a pasito, te vas desenganchando y vas saliendo hacia adelante, vas recuperando tu vida y vas aprendiendo a moderarte y a tener claro que la única persona de la que tiene que depender tu vida eres tú misma.
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