3.0 Opinion

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Hoy he vuelto a ver a Carmen cansada mientras barría el patio y regaba las flores. Sus pulmones están muy delicados y esa tos que tiene no me gusta nada. Sin embargo, se entrega a las tareas de cada día sin rechistar, jamás la he oído quejarse. Parece que nada hubiera cambiado desde que nos casamos en mayo del 51, si no fuera esta piel pasada y los dolores… En fin, qué le vamos a hacer, es ley de vida y me tocará como a todo el mundo.

Coffee time, de Jonathan Rubio H.

Coffee time, de Jonathan Rubio H.

Diario de Antonio

 

2 de diciembre de 2014

Hoy he vuelto a ver a Carmen cansada mientras barría el patio y regaba las flores. Sus pulmones están muy delicados y esa tos que tiene no me gusta nada. Sin embargo, se entrega a las tareas de cada día sin rechistar, jamás la he oído quejarse. Parece que nada hubiera cambiado desde que nos casamos en mayo del 51, si no fuera esta piel pasada y los dolores… En fin, qué le vamos a hacer, es ley de vida y me tocará como a todo el mundo. Yo he vivido lo mío, no me puedo quejar, que hay quien tendrá que reclamarle al de arriba el haberse ido pronto, como mi amigo Pepito cuando se ahogó en el estanque. Éramos unos críos, apenas yo había cumplido los 11 años y hay que ver cómo son las fatalidades de la vida. Aquella tarde habíamos quedado para bañarnos, pero mi madre me arrestó en casa por alguna trastada que hice. Cuando me vine a enterar no había nada que hacer. Siempre me ha arrastrado ese pensamiento, porque si yo hubiera ido quizás, quién sabe… Me costó tanto perdonar a mi madre.

Y con todo siento que todavía me queda mucho por hacer. Luego pienso que a dónde iré yo con esta edad, pero mira tú, las ganas no me faltan, lo que el cuerpo no acompaña. Siempre me quedó la pena de no viajar. Antes no se podía, éramos muchos en casa, mucha boca que alimentar. La oportunidad la tuve cuando decidí emigrar, como tantos compañeros habían hecho, pero, claro, se cruzó Carmen aquella tarde, esa misma que yo tenía claro que me embarcaba, la misma tarde que ya había conseguido lanzarme a la aventura de ver mundo. Y fue verla, y caer rendido a su mirada…, hasta hoy.


Diario de Carmen

2 de diciembre de 2014

Tremenda calentura me hizo coger hoy Antonio, pero mira que es pesado. Se pasó echándome un rezado todo el rato que estuve en el patio. ¡Jesús! Que si Carmen deja eso, que si Carmen tú ya no estás para eso, que si Carmen te va a dar frío, que mira Carmen cómo tienes el pecho trancado… ¡Fuerte hombre jocicudo! Que yo entiendo que se preocupe por mí, pero esa agonía mata a cualquiera, pero él nada, erre que erre, que no hay quien le meta en la cabeza que si no lo hago yo quién me lo hace, porque el patio hay que atenderlo y regar las matas y dejar todo recogido, que qué va, que yo no puedo ver las cosas sin hacer, que a mí me criaron de otra manera. Él me dice que espere por mis hijos, que cuando vengan el fin de semana me echan una mano, pero qué va, yo no puedo con eso. Además, ¿qué hago yo parada en mi casa? Que yo no me puedo pasar el día mirando para las paredes o como él, que se encanta leyendo o escuchando música, es que a mí hasta la televisión me aburre. Yo un rato sí, por la tarde, después de comer, con el cafecito recién preparado, eso sí me gusta, y sentarme con Antonio a escucharle alguna de sus locuras, a que me recite un poema o me hable de cualquier cosa. Esos instantes son maravillosos. Siento que el tiempo se detiene junto a él, junto al hombre de mi vida. Si no fueran los achaques jodidos estos, igual hasta me lo llevaba de viaje, que sé la ilusión que le hace, pero así, qué va. Y no dejo de pensar que ya, tardes como estas, me quedan pocas. Hay días que ese sentimiento me asfixia y no me deja disfrutar, pero luego, cuando Antonio me coge la mano y me mira para decirme alguna tontería, siento que tengo 19 otra vez y que todo vuelve a empezar.

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