No sé si a ustedes les ha pasado. Ando un poco despistado con los personajes de los anuncios, ahora en estas fechas que hay más minutos de anuncios que programas y películas.
Me encantaría poder contar con la ayuda de un publicista. Tienen mucho que decir en cuanto a la utilización de personajes para sus spots, bien famosos fácilmente reconocibles o perfiles tan, tan característicos que se te quedan grabados a la primera y asociados a la marca (Edu, de Vodafone; Matías Prats, con ING; Curro, con Viajes Halcón; Chicote, con casi cualquier cosa…).
Lo que no entiendo (y seguro que los profesionales del branding, publicidad y otras hierbas lo explican en un pis-pas) es la elección del mismo actor en anuncios que no tienen nada que ver y en el mismo espacio temporal, haciendo coincidir campañas en las que ese personaje tan llamativo aparece por todos lados. Ese juego me despista mucho y, al menos para mí, hace que caiga el valor las marcas que promociona. No sé si habían reparado en eso los creativos de las agencias.
Dos ejemplos claros: al barbudo de Trivago me lo encuentro por todos lados (con lo fácil que hubiera sido afeitarlo en otro anuncio). Creo que la última vez que lo vi fue en la campaña del Smart, ese coche que ha revolucionado las ciudades.
Y al parado, a la vez afortunado, el del anuncio de Lotería de Navidad de este año, me sobresaltó en una campaña de Santa Lucía. Qué quieren que les diga, llámenme tonto, pero me alegré por él. Con lo que había sufrido ese hombre en 2014, en una clara sinécdoque (un parado como símbolo de tantos millones de españoles sacudidos por la crisis y los recortes) que, además de tocarle el Gordo, gracias a un barista muy humano, encima encuentra trabajo en una aseguradora… Me emocioné, qué le voy a hacer.
En fin, tenía asimilado que Antonio Banderas podía anunciar perfumes y chicles, pero lo de este hombre de la Navidad me ha calado. Gracias, Santa Lucía, por darle trabajo (je, je).
Ah, feliz 2015.