
Fernando Clavijo, en la presentación de candidatos del sábado pasado. / CANARIAS3PUNTOCERO
No era la alfombra roja, pero lo parecía. La presentación de candidatos de Coalición Canaria (CC) en Tenerife a las elecciones de este año (celebrada el pasado fin de semana en Puerto de la Cruz) puso de manifiesto una evidencia: la soledad del presidente del Gobierno canario, Paulino Rivero. A manera de cuento infantil, tiene un relato explicativo. Pocos quieren jugar con él en el recreo. Ya no trae el balón para los partidos y, como es lógico, nadie quiere pasar un rato con un niño sin balón. De todas formas, se recuerda aún cuando marcaba muchos goles antes de tocar el timbre para volver a las aulas, y al hacer las alineaciones todos querían formar parte de un equipo ganador; si estaba él, era una pasada. Lo invitaban a los cumpleaños de los chicos más famosos, aunque ahora ni siquiera lo llaman para ir al cine. Ante esta situación han decidido un cambio de colegio sin saber todavía a qué centro irá, y más, teniendo en cuenta que las clases están ya empezadas. “Es lo mejor para él”, explican.
Dejando de lado esta pequeña historia de un estrategia anunciada, otra de las claves que resume la fiesta de los nacionalistas fue la aparente unidad de un partido que cuenta para estos comicios con un incremento considerable del número de imputados en sus listas, a la espera de que su código ético no se aburra y se ponga en marcha. ¡Que se lo pregunten a Arona! Si un noruego o sueco no conociera la política canaria, al escuchar los discursos optimistas de los candidatos creería que el modelo social y económico del Archipiélago es el mismo que en Alicia en el país de las maravillas o en Nunca jamás. Pero no, es la realidad paralela de Matrix.
La tercera y última reflexión de la demostración de músculo de los nacionalistas tiene como protagonista el selfie. Sí, esa manida práctica de la autofoto de la que muchos de los presentes dieron buena cuenta de su habilidad con el artilugio encargado de elevar el móvil para captar el mayor número posible de invitados sonrientes. Muy original. El presidente del Cabildo de Tenerife, Carlos Alonso, fue uno de los destacados en la inmortalización del momento selfie. Alcaldes y concejales de la Isla pugnaban por regalar sus sonrisas al lado de sus jefes y compañeros.
Hagamos una prueba con cierta carga de demagogia, por otra parte difícilmente evitable si hablamos en clave política: un selfie de realidad. Imaginemos una foto con las personas que viven en barrancos de Santa Cruz o en el Pancho Camurria. Otro selfie en la cola de servicios sociales o Cáritas. Si se llega al nivel top: uno en los pasillos de las urgencias del Hospital Universitario de Canarias.
Como en su momento aseveró Edward Kennedy: “En política pasa como en las matemáticas, todo lo que no es totalmente correcto, está mal”. Pues eso.