3.0 Opinion

Así es la vida

Brújula, de Vero Villa

Hoy tenía en la nevera una historia de amor. Venía desde hace semanas componiéndola en mi cabeza, con algunos apuntes de cómo sería. Había pensado en escribir un relato de amores imposibles, de esos de verdad, de los que se palpan en las pieles de tanta gente, pero que en este caso estarían sujetos a la ficción literaria. Habría héroes y vencidos, como en toda buena trama que se precie, con sus tensiones, conflictos, sus idas y venidas en un fluctuar de pasiones y quiebros. Acabaría mal; esta vez no veía un final feliz, porque también hay amores perros, de esos que te atan con cadena, maltratando de por vida, porque no siempre se sale victorioso de tanta entrega y desborde de emociones, que a veces se fracasa estrepitosamente. Así de real… Incluso llegué a valorar una secuela en forma de segunda parte, donde cada personaje luchaba por salir adelante, con sus dificultades y premisas. Todo eso rondaba en mi mente, en una ida y venida de posibilidades.

Brújula, de Vero Villa

Brújula, de Vero Villa



Llegó con tres heridas:

la del amor,

la de la muerte,

la de la vida.

Miguel Hernández



Hoy tenía en la nevera una historia de amor. Venía desde hace semanas componiéndola en mi cabeza, con algunos apuntes de cómo sería. Había pensado en escribir un relato de amores imposibles, de esos de verdad, de los que se palpan en las pieles de tanta gente, pero que en este caso estarían sujetos a la ficción literaria. Habría héroes y vencidos, como en toda buena trama que se precie, con sus tensiones, conflictos, sus idas y venidas en un fluctuar de pasiones y quiebros. Acabaría mal; esta vez no veía un final feliz, porque también hay amores perros, de esos que te atan con cadena, maltratando de por vida, porque no siempre se sale victorioso de tanta entrega y desborde de emociones, que a veces se fracasa estrepitosamente. Así de real… Incluso llegué a valorar una secuela en forma de segunda parte, donde cada personaje luchaba por salir adelante, con sus dificultades y premisas. Todo eso rondaba en mi mente, en una ida y venida de posibilidades.

Pero no contaba con la vida, con la de verdad, con esa que tiento cada mañana al despertar. En este caso se encargó de dictar su propio camino e indicar la pauta. El discurso ya no venía trazado por la fantasía de un nuevo texto, sino por el acontecer que machaca, revolviendo el corazón del que escribe, respira y hace esas cosas de los mortales. Es así como entra la realidad, como un auténtico torbellino que sacude y hace temblar todos los cimientos, un bombazo, un ¡zas! en toda la boca, bestial, que te hace abrir los ojos hasta que te duelen las cuencas. Luego no hay vuelta atrás; el retorno es imposible.

Muerte y transfiguración. Sin venir a cuento, la inesperada carencia de aliento se asoma silenciosa, mordaz. El sigilo es tal que no la sientes llegar, se cuela y ataca, sin importar la edad, lo que estés haciendo o quién seas. Toca morder el labio hasta casi sangrar, toca el grito sordo que maldice la hora, toca carcomerse de frustración e impotencia. No hay consuelo, no hay palabras; todo lo que se diga o se haga suena hueco. Qué injusto es tener conciencia de las grandes realidades, que, al fin y al cabo, son las que marcan el compás, aunque nos empeñemos en mirar para otro lado, en sufrir por memeces o en rendir culto a lo superfluo, enmarañados en esta hoguera de vanidades que hemos creado.

C’est la vie! Que dicen tantos, y yo maldigo la expresión con los ojos encharcados de lamentos. Reniego. No acepto que sea así. Me resisto con la consigna de crear vida más allá de la ausencia. Sólo así mitigo la espera, el inevitable paso, la trascendencia. Asido a la existencia continuaré entre poesía y música, templando las aguas revueltas con viajes imposibles. Será un homenaje para los que están entre nosotros y para los que aún viven en el recuerdo, simplemente porque ya no me imagino la vida sin ellos.



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