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De ‘Amor&Desamor’, y casi desgarro

¡Ay, el amor!, bueno… y el desamor tan íntimamente ligado. ¡Qué intenso y desgarrado es cuando sale de la garganta del enorme Raphael!

El sábado, para dar carpetazo al mes de enero y en el frío Gran Canaria Arena, se respiraba una explosiva y extraña mezcla de calor y frío, de frío y de calor, creo que era justamente el Amor&Desamor del que habla Raphael en su presente gira, así llamada. Y que a nadie se le ocurra aquello de “última gira”, porque antes de entonar la última de la última (varios bises motivaron que perdiera la cuenta de cuál sería de verdad la última), sentenció: “Amigos, aquí seguiré año tras año. Hasta el final”. Raphaelísimo.

-Espectáculo: gira ‘De Amor&Desamor’, de Raphael

-Lugar: pabellón Gran Canaria Arena (Las Palmas de Gran Canaria)

-Fecha: 31 de enero de 2015

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¡Ay, el amor!, bueno… y el desamor tan íntimamente ligado. ¡Qué intenso y desgarrado es cuando sale de la garganta del enorme Raphael!

El sábado, para dar carpetazo al mes de enero y en el frío Gran Canaria Arena, se respiraba una explosiva y extraña mezcla de calor y frío, de frío y de calor, creo que era justamente el Amor&Desamor del que habla Raphael en su presente gira, así llamada. Y que a nadie se le ocurra aquello de “última gira”, porque antes de entonar la última de la última (varios bises motivaron que perdiera la cuenta de cuál sería de verdad la última), sentenció: “Amigos, aquí seguiré año tras año. Hasta el final”. Raphaelísimo.

Antes de comenzar se escuchaban en el populacho frases del tipo: “Al menos una vez en la vida hay que verlo”, “es un artista de toda la vida”, “su voz es un portento” o “como Raphael hay pocos”.

A la salida, después de dos largas horas, se oía: “La verdad que para la edad que tiene está en forma”, “ha perdido mucho peso pero ni un ápice de voz”, “más de dos horas sin parar” y, sobre todo, “valió la pena”. Todo eso condensa Raphael en su público, y digo su público porque el de Linares posee lo más importante que puede alcanzar un artista: SU público.

Incombustible, enérgico, genio y figura con sus bailes y poses, incluido el famoso lanzamiento de chaqueta al hombro (cosa que además hizo inmediatamente antes de entonar el Digan lo que digan), y obviamente vestido de arriba abajo de negro aparecía Raphael a las 21.10 por un lateral de la plataforma. Un escenario sencillo, con muchos cambios lumínicos, flanqueado por dos escalinatas curvas que desde lo alto del Gran Canaria Arena hacían una O que encerraban al batería, quien daba el pistoletazo, y justo delante, un enorme piano de cola; otro gran protagonista con el que Raphael protagonizó canciones a viva voz.

Y hablemos de su voz. Una vez más, protagonista indiscutible. El instrumento con mayúsculas de toda la actuación. Siempre lo es. Raphael es eso. Una potente y grave voz empaquetada por un cuerpo visiblemente más delgado desde hace unos años, y una emocional persona que ha sabido sacar partido al concepto de artista revestido de máxima personalidad.

¡Raphael es un grande de España, qué coño! No escribiré jamás lo contrario y decirlo menos, y menos en uno de sus conciertos porque corres el riesgo de morir a manos de SU público. Yo, que tengo 35 años y unos cuantos conciertos a mis espaldas, debo agradecer a Raphael esa sensación de público entregado como pocos. Quizás haya comprendido a un colectivo veterano que seguramente se enamoró por vez primera con las letras de Raphael. De hecho, en varios momentos del concierto me pregunté: “¡Cuántos de estos alrededores estarán aquí -incluso con sus hijos- a raíz de unas letras raphaelistas que los unieron para siempre!”. La música tiene ese poder de unir a las personas. Las conecta y las pone a jugar.

Al tuntún de sus singulares bailes caían los temas. La primera demandó mejoría en el sonido y Raphael se puso en órbita. Llegó Mi gran noche. Una de las esperadas. Le faltó ritmo y parte actoral. Pero la gente enloqueció. Tras la cuarta, Provocación, SU público coreaba: “Esto sí que es un pedazo de artista”. Llegaba así Eso que llaman amor y lo lanzó al público fuertemente en mitad del tema: “Esto es el amor señores, ¡aprendan!”.

Continuó con Hablemos del amor, Yo sigo siendo aquél, donde dejó claro aquello de “soy un eterno caminante que vive en cualquier parte”. Raphael se mostraba experto en extraer de sus letras el mensaje que le tiene que lanzar al público para ponerlo en pie. Cosa sencilla, porque SU público no tiene las rodillas entumecidas de estar sentado precisamente.

Con una fotografía de Chavela Vargas como telón de fondo dio Gracias a la vida y continuó con Maravilloso corazón, que igualmente mostraban por detrás multitud de imágenes de sus comienzos, de aquel chico guapo, con gracia, que sabía entornillar los ojos con exceso. Ayer no hubo tanto exceso. Lo ha ido domesticando.

Termino con datos. Raphael es ese hombre de clímax musical. Al igual que la banda Queen o LA ESTRELLA -sin necesidad de mayores etiquetas- (Michael Jackson), ha recibido un disco de uranio por la venta de un mismo compacto con más de 50 millones de copias comercializadas. Es ese artista que está en cambio permanente. Cambios, cambios, cambios.

Tanto es así que tuvo la capacidad de meterse en el cartel de Sonorama (lo hizo en 2014) y se enganchó a cantar con Niños Mutantes. Como para quedarse de pasta de boniato. Raphael, como buen andaluz los tiene cuadrados y, en una muy particular visión, apunto a que ha estado rodeado de gente valiente y atrevida que ha sabido gestionar bien su carrera. Algo importantísimo para artistas con su potencial. No quedarse en el camino. Nunca… aunque lo del Sonorama hiciese tragar saliva a más de uno.

El sábado Raphael fue Raphaelísimo. Su look cuervo y aderezado esta vez por una corbata desanudada de lunares no se desvaneció en ningún momento del concierto. Varios bises para un artista al que SU público no lo dejaba marchar y él encantado, porque ama el escenario como no habrá amado otra cosa en su vida. De eso estoy convencida.

Un espejo arribó al escenario empujado por él. Y frente a este cantó de manera algo siniestra “prefiero ser así a ser lo que eres tú”. Con contundencia se apoderó de una silla y la lanzó contra él. Mil pedazos. El volcán de aplausos estalló. Volvió a salir y quiso terminar con dos estrofas de Como yo te amo. Dimos un respingo recordando a otra estrella que jamás se apagará. Ni mencionarla es necesario. Y así se fue. Enorme.

(*) Directora de Eventonízate

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