Porque nacemos en las palabras, crecemos un poco en cada no y a veces morimos lentos en cada duda; nos hacemos largos, ampulosos, pseudo-viejos aún tan erguidos… Estancados en los todavía… Nos quedamos crudos si no aprendemos a despeñarnos contra lo que nos toca fondo, fríos si no dormimos nunca en el regazo del amor.
Porque volamos alto, sentimos en la nuca la juventud y las ganas; nos creemos pasar por encima de la vida, cuando es ella la que todo lo sabe y puede: el tiempo nos sabe y el tiempo nos puede.
Y esto lo escribo porque ya puedo decir que viví, que me habitaron; que desahucié y me deshicieron. Ya puedo decir que estoy mutando en más libre, ya sabéis, la libertad que dan los daños.
Y esto lo borro porque ya puedo decir que también sobreviví, un poco, en cada deriva, y en el umbral de la pérdida me encontré perdida, frágil y humana. Me hallé en mis cuadernos de bitácora: en las palabras y trayectos, más que en los finales.
El destino me dijo: levántate y anda, después de llevarse plegadas como un periódico mis piernas.Yo contesté: apaga la sombra y vámonos; pero no supe salir reptando.
Yo siempre fui más de huir.
Por eso solo alcancé a decir:
Adiós, corazón.
Y se me fue de su mano.