
‘Locked heart’ de José Manuel Ríos Valiente (@josemanuelerre)
(Marzo de 2015. Manuela toma su café de la tarde mientras mira a por la ventana a los niños jugar en el patio. Años después de todo aquello, se queda pensando en lo que sucedió aquella noche de verano.)
Jamás tuve en cuenta a Mateo, porque a mi lo que es gustarme, así como que me volviera loca, las mariposas, eso que se te cae la baba, pues no. Simpático era, eso es verdad, siempre haciendo el mono para intentar agradarme… ¿A mí me hacía gracia? Pues sí, mucha, con esos ojos grandes, esa boca de buzón que se gasta, esas orejas desabrochadas y todas las chorradas que se le ocurría decir, y su torpeza, porque madre mía, mira que es torpón, ¡ay señor! Pero no me movía por dentro, no desataba mis pasiones. Si lo pienso ahora así, en frío, pues no me explico por qué quedaba con él. Igual era rutina, o aburrimiento, vete tú a saber. Y míranos ahora, que no concibo la vida sin él. Enamorada hasta las trancas del hombre de mi vida y aunque se que suena a tópico, cada día más coladita por el muchacho. Lo que hay que ver Manuela, con lo que tú siempre pensaste que era el prototipo de hombre ideal y fuiste a quedarte con todo lo contrario, jajaja, lo que es la vida, que igual trazas un plan y al final todo se te vira, caprichoso el destino o las reacciones de uno, que mira tú, de pronto te sorprendes haciendo cosas impensables, como aquel día. Todavía no me explico cómo no le dije nada y me callé, con lo espabilada que siempre fui para todo, pero claro, no iba a sacar aquel hombre de su error, me dio pena, pobrecito, tremendo corte hubiera sido, pero es que él, ¡ay Mateo!, torpe hasta de entendederas, ¡en el aire todo el día!
(Junio de 2004. Mateo ha quedado con Manuela una tarde de viernes más, como es costumbre casi todas las semanas. Están en un restaurante japonés que le ha recomendado un amigo. Manuela vio tan entusiasmado a Mateo con la idea de comer comida exótica, que no se atrevió a decirle que jamás había probado comida nipona y que le causaba cierta repulsión.)
Mateo: (dirigiéndose al camarero) Y nos pone también un combinado de sushi, creo que con eso vamos bien. Gracias. (se retira el camarero)
Manuela: ¿No te parece mucha comida, Mateo? Mira que yo tampoco tengo mucha hambre.
Mateo: No te preocupes, que ya verás que esto es ligerito. Cuando llegues a tu casa verás como tienes hambre otra vez.
Manuela: Bueno, si tú lo dices…
Mateo: Ya verás, está todo buenísimo, este es uno de los mejores de la ciudad, me lo recomendó un buen amigo y este sabe, que es medio sibarita el tipo, le gusta más un buen yantar [1] y un buen beber, vamos, de estos que es mejor comprarles un traje que invitarlo a comer[2] , jajaja.
Manuela: (queriendo disimular su repulsión) Veremos a ver, pero te digo ya que yo voy a comer poco, que almorcé tarde y mi madre encima hizo puchero y escaldón.
Mateo: Vaya…
Manuela: Pero no pasa nada, yo lo pruebo pero tú come a gusto, disfrútalo.
Mateo: Eso tenlo por seguro, que traigo un hambre que me como una vaca.
Manuela: Jajaja, mira que eres bruto. ¿Quieres vino?
Mateo: ¿Hiperdino?
Manuela: ¡Tú no cambias! Siempre con las mismas chorradas…
Mateo: ¡Los mejores precios de Canarias!
Manuela: Jajaja
Mateo: Sí, anda, ponme un poco.
(El camarero sirve el primer plato que consiste en makis, la especialidad de la casa. Al verlos Manuela se regaña un poco, pero sabe que no le quedará otro remedio que probarlos. Mateo ansioso se come uno nada más aterrizar el plato en la mesa.)
Mateo: Están deliciosos. Por cierto, ¿te conté que vi a tu amiga Marta el otro día?
Manuela: (aún sin probar) Ah, ¿sí? No me habías dicho nada.
Mateo: Me la encontré al salir de clases de inglés, la vi muy cambiada, quizás es porque…
Manuela: (ha probado el maki y sorprendida, interrumpe a Mateo mirándolo a los ojos) ¡Me gusta!
Mateo: ¡Tú también me gustas a mi!
Manuela: (Algo condescendiente, pensando que es alguna de sus bromas) Mateo…
Mateo: La verdad es que en este tiempo no me he atrevido a decírtelo, Manuela. Quizás era vergüenza, o miedo a que rechazaras, no se, pero vaya, la verdad es que me gustas mucho. Eres especial. Yo jamás había conocido a alguien como tú. A tu lado siento que puedo ser yo en mi mejor versión… Uf, jamás pensé que te fuera a decir esto así, ¡ay! Bueno, nada, te acabo de dejar en shock, ¿no?, jajaja, nada, nada, sigamos cenando anda. Pues eso, lo que te decía, que vi a Marta cambiada, no se, ¿más flaca quizás?
(Manuela no sabe qué contestar, se queda petrificada ante la declaración de Mateo, solo es capaz de sonreírle levemente mientras él habla. No es capaz de sacarlo de su error porque le da pena, piensa que podrá decírselo más adelante y así no herir sus sentimientos. Continúan cenando y empiezan a hablar de otras cosas. Ella no para de reír con las ocurrencias de Mateo. Al despedirse en el portal de la casa de Manuela, Mateo se lanza y le da un tímido beso en los labios. Ella no lo rechaza, tampoco lo sigue.
Pasan los días y Manuela no revela sus sentimientos porque ve que Mateo está muy ilusionado con ella. Pasan algunos meses y tampoco dice nada, pero esta vez no es por no hacerle daño. Curiosamente algo se ha despertado en Manuela, quizás un sentimiento escondido, quizás, pero lo que es cierto es que lo que antes era desinterés ahora se ha convertido en ardiente deseo.)