La primera vez que escuchas a Billie Holiday te atrapa su tono agudo, el fraseo personal que tanto influyó en Frank Sinatra , sobre todo, la intensidad, el alma que ponía en sus interpretaciones, donde se reflejaba un dolor vital y una emoción sincera.
Billie Holiday (1915-1959) nació hace ahora un siglo en Filadelfia ( EEUU), y su verdadero nombre era Eleonora Fagan. La pobreza, el abandono de su padre (un músico de quien tomaría el apellido) y la prostitución marcaron sus primeros años, hasta que fue descubierta como cantante a principios de los años 30 en un bar, mientras buscaba dinero para pagar el alquiler de la casa donde vivía con su madre: “Pedí al pianista que tocara Traveling all alone, lo más cercano a mi estado de ánimo. Y en algún momento debió de calar hondo. Se callaron todas las voces en el bar. Si a alguien se le hubiera caído un alfiler, hubiera sonado como una bomba. Cuando finalicé todos aullaban y levantaban sus vasos de cerveza”, cuenta en su imprescindible autobiografía Lady sings the blues (Ed.Tusquets)
El productor John Hammond introdujo a Billie en la crême del jazz de los años 30 y grabó su primer disco con Benny Goodman, para hacerlo posteriormente con algunos de los más grandes del jazz: Roy Eldridge, Johnny Hodges , Teddy Wilson o Lester Young. Fue precisamente este último quien bautizó a Billie como Lady Day (Billie apodaría a Lester como Prez)
Los años 40 corrieron paralelos sus conciertos y grabaciones junto a las figuras más relevantes de la escena del jazz como Louis Armstrong, Count Basie o Artie Shaw.
Billie Holiday nunca interpretaba la misma canción igual dos veces: “Nunca olvidaré a ese español maravilloso, Pau Casals, que una vez tocó el violonchelo en la tele. Cuando terminó de interpretar a Bach, una pollita norteamericana la entrevistó:
-Cada vez que toca lo hace de manera distinta- dijo efusivamente la entrevistadora.
– Tiene que ser distinta- dijo Casals- No podría ser de otra manera, así es la naturaleza y nosotros somos naturaleza.
Billie añadía: “Yo no soporto cantar la misma canción de la misma forma dos veces seguidas, así que no digamos lo que sería hacerlo dos o tres años. Si lo haces no será música, sino práctica cerrada, ejercicio o cualquier otra cosa menos música”.
Al parecer fue en esos años cuando comenzó su adicción con las drogas duras (heroína) y sus problemas con la justicia (pasó una temporada en la cárcel) que a la postre minaron su salud, y precipitaron su muerte a los 44 años.
En los cincuenta grabó canciones con Gerry Mulligan, Coleman Hawkins y otros grandes artistas, pero su voz se fue deteriorando y perdiendo registro aunque no personalidad. Su última grabación data de 1958: “Lady In Satin” un año antes de su muerte en la cama de un hospital de Nueva York.
Casada y divorciada tres veces, amante de los perros, en sus actuaciones le gustaba prender una gardenia de su pelo, mientras desgranaba con su peculiar estilo canciones como “God Bless the child”, “Strange Fruit”, “Lover Man”, “Traveling light”, “Fine and mellow” o “ I Cover The Waterfront”.
Un buen ejercicio en su memoria es leer su breve autobiografía , mientras escuchas alguno de sus discos.