3.0 Opinion

La facultad

Me comentas que no lees ni consumes prensa local, quizás algún digital un par de minutos. Entre tus medios de referencia, mucho deporte, La Sexta, la COPE, eldiario.es, El País, que ves series a la carta y te descargas tus programas favoritos en podcats… pero me llamó la atención que no siguieras a un medio público.

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Me comentas que no lees ni consumes prensa local, quizás algún digital un par de minutos. Entre tus medios de referencia, mucho deporte, La Sexta, la COPE, eldiario.es, El País, que ves series a la carta y te descargas tus programas favoritos en podcats… pero me llamó la atención que no siguieras a un medio público.

Libertad y censura, por supuesto. Me quedo con la frustración de haber intentado (y fracasado en ello) un complicado ejercicio de equilibrismo para defender al buen profesional y, a la vez, exponer las reglas que imponen cada día a cada casa los gobiernos (cualquier gobierno, por muy local o estatal que sea), las empresas (por muy local o multinacional que sea) y las personas (por muy cercanas o no que estén a las sillas del consejo de administración). Da igual que se trate de un digital, de un panfleto de barrio o de un potente grupo audiovisual con intereses (incluso contrapuestos) en cines, televisiones, radios, diarios impresos y digitales, organización de eventos y miles de cosas más susceptibles de abrigarse bajo el paraguas de la comunicación. Todos esconden algo en la gaveta. No hay nada de decepcionante. Bienvenido a la realidad.

Querría convencerme de que al menos te transmití que, en el enorme abanico que es el universo de lo que sí podemos escribir dependiendo de dónde trabajemos, hay muchas posibilidades y futuro para jóvenes como tú, que eres necesaria y que puedes llegar. Te insistí tanto en una de las fórmulas que le funciona a los periodistas que más admiro: la especialización. Ser el mejor en algo muy concreto, conviértete en referente.

Contar historias y hacerlo bien, con gancho. La ilusión se trae de casa, aquí adquieres el manejo de herramientas, del lenguaje, la crítica, la desconfianza, la duda.

Otra cosa más, los idiomas. Una y otra vez, los idiomas: inglés, alemán, ruso, chino, árabe o, en el caso de Canarias, francés, con una costa occidental africana esperándote y así puedas darme la oportunidad de contarme qué ocurre allí, no sólo a mi, sino a 600 o 700 millones de hispanohablantes.

Me confiesas que no suelen pasar por la Facultad quienes hablen de la profesión de forma positiva. No aprendemos, pero no te desilusiones; si la vida te da sólo limones, haz limonada. Me imagino, y entiendo, la cara de preocupación de tus padres, de tu pareja cuando comentaste por primera vez que querías ser periodista. “¿De qué vas a comer?”, “¿de eso se come?”, “no todos son millonarios”, “cuesta mucho llegar” o “vivimos en un país (o planeta) donde dicen que sobran más de la mitad”. Discrepo. Con todo el bombardeo al que estamos sometidos a diario, con tanto y tanto ruido mediático, a mí me siguen faltando buenas historias. Y es una delicia cuando te las encuentras y, encima, te las cuentan bien y te emocionan. Esa puedes ser tu.

Te animo a crear su blog, si no lo tienes ya, y experimentar hasta dar con aquello en lo que creas que eres la mejor, en lo que más te gusta. Juguetea con las redes, experimenta, fracasa… Y, sobre todo, diviértete. Con cinco años más, las preocupaciones serán otras. Ahora disfruta.

Lástima que no estuviéramos ante una sala repleta de estudiantes. Éramos tú, yo y otros seis. Que sepas que he pedido una forma para contactar contigo y tres de tus compañeros. Por crítica, rebelde, inconformista, participativa, talentosa, con la esperanza de verlos en un futuro muy cercano rondando por alguno de los proyectos en los que me implique ahora o mañana.

Aunque sólo fuera por ti, por los otros seis que también asistieron, por los colegas profesores que merecen toda mi admiración y para los que (casi) siempre tengo un sí o por los casi cincuenta que, al final, irrumpieron en la sala como si lo hicieran a una cafetería, de forma ruidosa, irrespetuosa, y que no hicieron preguntas. Incluso por éstos últimos, hoy ha sido una mañana en la que me enseñaste mucho. Valió la pena. Gracias.

4 Comentarios

4 Comentarios

  1. Daniel

    29 abril, 2015 en 09:57

    En cuestión al último párrafo, que ciertas personas hicieran escándalo, no significa que las 50 personas que llegaron sean unas mal educadas. Y no preguntar, no significa no prestar atención, le recuerdo que esos 50 escandalosos alumnos llegaron para unos 15 escasos minutos de charla. Un saludo y gracias por su visita a la facultad.

  2. Jon

    29 abril, 2015 en 10:20

    También depende de la cafetería, oye. Las hay ruidosas, con el partidito de fútbol y todos charlando, mas no todas son así ni mucho menos. Y esos 50 entraron ahí, no a la cafetería. Pudieron elegir, y lo hicieron. Aunque me da que la elección será distinta en el futuro. Las cafeterías… valen la pena. Gracias.

  3. Fernando

    29 abril, 2015 en 10:39

    A la charla que tenía programada solo se presentan 6 alumnos…pero el problema son los 50 que, pudiendo elegir entre irse a su casa o quedarse, se quedan a escuchar el final de sus palabras ¿no? Quizás es que consideramos que no tiene nada interesante que transmitir. Igual de irresperuoso me parece no pedir silencio en su momento sino criticarnos después, si no es capaz de enfrentarse a alumnos de 18 años, ¿será capaz de hacerlo con altos cargos para obtener buena información en el ejercicio de su profesión?

  4. Jmpardellas

    2 mayo, 2015 en 15:44

    Gracias. Fernando, Jon y Daniel. Muchas cafeterías son recomendables, cierto. Muchas otras cosas mejores que una charla conmigo, por descontado. Solo 6 asistentes al principio merecía una crítica, cierto. Enfrentarme a políticos y gobernantes va en el sueldo, viene de serie. De los de 18
    , 30, 50 u 80 solo espero seguir aprendiendo.
    Insisto, gracias

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