Hubo un tiempo en donde la radio era el vehículo principal para armonizar, unir y confraternizar en situaciones muy especiales de ayuda al prójimo. Un tiempo en el que las ondas se llenaban de mensajes, que hoy denominaríamos sociales. Antes, era caridad en la Radio (posiblemente el editor-director de esta publicación elimine la mayúscula de esta palabra mágica que es Radio; pero yo insisto en esa distinción porque, le debo tanto, que la ensalzo siempre que la cito; así: Radio).
La Radio era abierta, más que hoy, a las acciones generosas o benéficas
Decía que la Radio era abierta, más que hoy, a las acciones generosas o benéficas. Las emisoras, todas, alguna vez al año (Navidad y Reyes, especialmente) o sobre la marcha, como causa de una catástrofe reciente e imprevista o por un caso de necesidad y ayuda personal, abrían sus micrófonos para recabar fondos, ayudas y consuelo para quienes lo habían requerido. Colectivos, hermandades, organizaciones benéficas o, simplemente, una llamada personal que pedía auxilio, era inmediatamente atendida y la Radio ponía en marcha todos sus efectivos técnicos y humanos en busca de soluciones para resolver un problema, una emergencia.
Era el vehículo idóneo para conseguir en poco tiempo dinero en metálico, alimentos, juguetes, viajes, etc. con los que resolver el problema surgido en ese momento.
Hoy ya no es necesario y entiendo que por eso ya no hay ese tipo de emisiones, porque ahora hay redes de ayuda, asociaciones, ONG, etc., que antes no existían. Bien es verdad que en casos muy sonados, Nepal o Vargas en Venezuela, por poner dos ejemplos, la radio sigue arrimando el hombro y la voz.
Históricos son los títulos de programas benéficos como Ustedes son formidables, De corazón a corazón, La hartanga gigante, Operación Plus Ultra, Haz bien y no mires a quién, La riada de Cataluña, El Domund…
Históricos son los títulos de programas benéficos como Ustedes son formidables, De corazón a corazón, La hartanga gigante, Operación Plus Ultra, Haz bien y no mires a quién, La riada de Cataluña, El Domund… así como el destino de las colectas: Hospitalito de niños, Asilo de ancianos, Clínica infantil de San Juan de Dios, Casos de urgencia personal, etc.
Seguramente que, a la memoria de los más viejos del lugar, estas citas le traigan recuerdos de aquellas emisiones que seguía gran número de oyentes que, en su mayoría, aportaban también su ayuda económica o en especie.
Y, si bien todo el personal de la emisora se volcaba en la realización y puesta en antena de tan generosa obra, siempre había una voz que dirigía la operación y daba la cara (voz) en antena, recabando ayuda, haciendo llamamientos a la caridad, dando gracias a los donantes, conversando con ellos, micrófono abierto…en fin, el locutor.
Y así, al lado de los títulos citados, nombres de prestigiosos profesionales como Alberto Oliveras, Manuel Ramos Molina (Somar), César Fernández Trujillo, Joaquín Peláez, y, como dije, toda la plantilla de las emisoras y, turnándose ante el micrófono, las voces titulares de la empresa y las de los numerosos colaboradores, oyentes habituales y espontáneos, que se acercaban para ayudar atendiendo las llamadas telefónicas o recogiendo los donativos que se acercaban en mano, personalmente, a los estudios, como en los casos de la riada de Barcelona o el derrumbamiento de un edificio en Granadilla.
Tengo el triste recuerdo de vivir personalmente, como creo que hace tiempo referí en las páginas de un libro, el precipitado final del programa Haz bien y no mires a quien. Cada semana, se elegía un caso por el equipo de Radio Nacional en Canarias para donar un frigorífico, una lavadora, unas muletas, un vehículo para personas con incapacidad… que por carta se había solicitado.
Esa semana de mi historia estábamos pidiendo ayuda para una persona invidente, aquél que vendía sus cupones en la esquina de Galcerán-Rambla Pulido, cerca del bar X y la librería Sixto. Nos había pedido, a través de sus familiares, una radio, un transistor, para, decía en la carta: “salvar mis horas de soledad, tanto aquí, en la calle, como en mi casa, en mis largas noches”.
Tras exponer el caso a los oyentes, en antena, veo a través del cristal del estudio, el técnico de mesa que levanta los brazos y me dice por los auriculares: ” Oye, que tengo que poner música”
– ¿ Por qué ?, pregunto.
– No sé, ha llamado el director y me ha dado la orden. Lo siento.
Y música a primer plano.
“En la radio pública del Estado no se podían airear las necesidades de los ciudadanos. Que no daba buena imagen del Gobierno”
El gobernador civil había llamado a Juan de Rojas Mora, entonces director de la emisora, para que se suprimiese el programa con el argumento de que “en la radio pública del Estado no se podían airear las necesidades de los ciudadanos. Que no daba buena imagen del Gobierno” (del Régimen, claro).
Y fin del programa y de la serie. Menos mal que el gobernador no había oído las cinco emisiones anteriores en donde sí pudimos atender a varios oyentes necesitados…
Total, que el equipo de Haz bien y no mires a quien hizo una colecta interna y al amigo invidente se le entregó un magnífico transistor National con bandas AM y OC, sin citarle en ningún momento la peripecia vivida en RNE.
Hermana Radio, … Razón tenía aquella monjita, que junto al recordado Diego García Soto, eligieron estas dos palabras como título de aquella recordada y benéfica audición en Radio Juventud de Canarias y que yo ahora, resalto, le hago homenaje. Palabras que son de mucho significado fraternal en el desarrollo de una labor magnífica y que se hace a través de las ondas desde los orígenes del invento.
Y quería explicarlo. Bendita, Hermana Radio.
Joaquín
25 julio, 2015 en 08:37
Estupendos estos “coleccionables” de Hermana Radio y magistral ccomo siempre el maestro PARDELLAS.
jose antonio
23 noviembre, 2015 en 12:09
Gracias a los que siguen la serie, como Joaquín y Pablo.
pablo
25 julio, 2015 en 08:42
La Radio fue, es y será grande por si misma, pero también porque la han hecho Grande los Grandes Profesionales que siempre tuvo.
Felicidades José Antonio.