Educación

¿Por qué en Canarias suspenden tantos niños?

Con la vuelta al cole más de uno comienza a pensar en el material escolar y lo que éste simboliza y promete: la apasionante aventura de conquistar el saber y el espacio público que se derriba y construye a través del mismo. Los profesores, los padres y muchos chicos y chicas, a la par de sentir la emoción de volver a la escuela, de repente sienten también la necesidad de liquidar las cuentas pendientes con el pasado.

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Con la vuelta al cole más de uno comienza a pensar en el material escolar y lo que éste simboliza y promete: la apasionante aventura de conquistar el saber y el espacio público que se derriba y construye a través del mismo. Los profesores, los padres y muchos chicos y chicas, a la par de sentir la emoción de volver a la escuela, de repente sienten también la necesidad de liquidar las cuentas pendientes con el pasado.

Estas cuentas ya han sido anunciadas a finales de abril por el Consejero de Educación del Gobierno de Canarias, Don José Miguel Pérez, que informaba por aquella época que la tasa de abandono escolar temprano en Canarias se sitúa en el 22,9%, según los últimos datos aportados por la Encuesta de Población Activa (EPA). Recordemos que este dato ha sido acogido con orgullo, ya que se trataba de la tasa “más baja de la historia de Canarias” (Leer mas: europapress.es. Y sin embargo, todos los que tratamos con datos, sabemos que la información que aportan se refiere a algo muy parcial y requiere de una contextualización.

Para comenzar, el mismo dato ha calificado a Canarias como una de las comunidades autónomas con mayor abandono escolar (la media nacional es del 21,2%). Con la misma apertura de miras, al confrontar esta información con el resto de la CE, es decir, con la realidad en la cual estamos viviendo, destaca el hecho de que Canarias, y España en general, doblan la media en lo que al fracaso temprano se refiere:

Tasas de abandono escolar prematuro de la población total de 18-24 años

Elaboración propia a partir de Eustat 2014

Las consecuencias del fracaso o abandono escolar temprano es una verdadera caja de Pandora que una vez abierta suelta sombras sociales de diferente índole: limitación del desarrollo personal y profesional de casi una cuarta parte de los jóvenes canarios, frustración familiar, decepción hacia las instituciones sociales, aumento de las tasas de baja por depresión de los profesores que se sienten responsables, o, simplemente, no pueden asumir su papel… Nada alarmante para los que no se toman muy en serio las tendencias globales como lo es la necesidad de aprendizaje a lo largo de toda la vida, o la otra similar, que nos advierte de que las sociedades contemporáneas y su desarrollo dependen del progreso de la ciencia y la cultura.

A la par de la complejidad social que conlleva el mal llamado fracaso escolar, el término resulta escurridizo a la hora de acotar con precisión su significado y de definir las herramientas que podrían paliar sus lacras sociales llegando a producirse estudios con tanto nivel de abstracción que sus conclusiones no sólo que no prestan ayuda a los interesados, sino que ni siquiera se asoman a cualquiera de las realidades conocidas.

En los primeros trabajos sobre esta cuestión se mencionaba a la familia y el entorno más inmediato como los factores decisivos en los procesos de referencia. Indicaban los estudios clásicos, y se confirma parcialmente hasta este momento, que el ambiente familiar es la fuente de motivación, de apoyo y de capital social del niño. La fuerza de estas afirmaciones ha sido tan perturbadora a la hora de interpretar  la realidad que, de alguna manera, ha llegado a independizar el estatus familiar y convertirlo en un indicador objetivo de las capacidades de los alumnos. Es decir, el estatus social de la familia ha servido a los profesores, tal y como lo ha demostrado Bourdieu, de primer calificador de los esfuerzos de los niños al asociar de manera automática la clase social con los estereotipos acerca de sus posibilidades intelectuales y pretensiones sociales.

En España ha prevalecido la idea de que el éxito en los estudios depende directamente de los alumnos. Según Álvaro Marchesi Ullastres (2003), esta perspectiva ha guiado iniciativas institucionales tales como la propuesta de Ley de Calidad, que a lo largo de todo su desarrollo ha insistido una y otra vez en la importancia del esfuerzo de los alumnos como factor principal de su éxito o fracaso escolar. Sin embargo, más recientemente, se apunta que “el abandono temprano de la educación y la formación está afectado por diversos factores, pero uno de los determinantes en España es el elevado número de alumnos que repite y que no obtiene el título de ESO, a pesar de que los resultados educativos españoles de los alumnos de bajo rendimiento, medido por PISA, es similar al de países como Estados Unidos, Reino Unido o Países Bajos, donde todos los alumnos pueden continuar estudios, independientemente de su situación académica al finalizar la educación obligatoria” (Roca Cobo, 2010:55).

Es decir, la discusión sobre los términos al uso para definir el problema del interés y las prácticas que lo institucionalizan, descubre, sobre todo, los intereses bastante ambiguos de distintos actores implicados, según apunta Escudero Muñoz (2005), mientras que el fracaso o el abandono escolar se identifican con una sencilla práctica docente que consiste en suspender a los alumnos.  Siguiendo esta lógica, la pregunta clave es: ¿por qué los profesores suspenden a los niños?

Evaluación centrada en la detección y perpetuación de los errores

La profesora de Lengua de Melani ha insistido tanto en corregir todos los detalles de su expresión y de la pronunciación en el colegio que la niña adquirió un tic de taparse la boca al hablar. La profesora ha empleado un riguroso estilo conductista, incluso en trabajos como la redacción libre, llenando el cuaderno de tachones y apuntes tipo: mejor pongas… Con el tiempo, la niña ha reducido su participación en clase al mínimo. Su madre, también profesora, tardó dos años para desaprender con su hija el gesto adquirido, pero sus efectos a largo plazo concluyeron con el suspenso de Lengua en el Instituto. El profesor encontraba a la niña muy retraída, que en el contexto actual de dependencia absoluta de los líderes, estrellas y personas que consiguen el éxito por saber sintonizar con los objetos de aprecio de masas, es lo mismo que ser incapaz de conseguir los objetivos del curso.

Alumnofobia

Las posibilidades de Jery al comenzar el Instituto han sido calibradas como altas, y le sirvieron para ocupar la plaza en el programa CLEE y el participar en el grupo más avanzado de matemáticas. Se trata de un chico que destaca por ser uno de los más desarrollado físicamente pero también bastante tímido. Aprobó el primer año pero en el 2º volvió con la misma profesora e historia y empeoró. Después del primer mes del curso, la profesora de Matemáticas volvió a decir  que el chico no llega al nivel del grupo. La madre decidió reforzar el aprendizaje de su hijo con clases particulares y hablar con la profesora. A quien primero escuchó fue al profesor particular: “No creo que yo pueda ayudar a su hijo. Es que algunos ejercicios los hizo más rápido que yo”. Armada de paciencia acudió a la cita con la profesora del Instituto, y para mostrar su actitud de colaboración lo primero que preguntó fue: ¿Cómo encuentra Usted a mi hijo? “Pues mire, su hijo es tan apático que no sé. El nunca viene a hablar conmigo. No demuestra ningún interés. Y después de lo que pasó en Barcelona con este chico que vino con un rifle al cole, yo ya no sé qué pensar.” Más adelante la profesora se negó a hablar con la madre, poniendo de excusa la atención que prestan otros niños y su innegociable exigencia de cambio de actitud del niño en la clase. Jery suspendió Matemáticas y se negó a seguir con el mismo grupo el año que viene.

Conformidad  

A la madre de Natali comenzaron a llegarle quejas de la profesora de Ciencias en el tercer trimestre de 2º de ESO. En el segundo, la misma materia la daba una sustituta y Natali sacó un 9, ya que se trata de una de serie de conocimientos que la niña desarrolla por su cuenta desde hace tiempo. Las quejas de la profesora titular de la plaza advertían de un posible suspenso ya que: “Es una niña muy retraída. Nunca participa en clase y para mí eso es lo más importante, ya que no concibo una enseñanza que prescinda de la discusión y de una verdadera asimilación de los valores que es lo que realmente quiero transmitir. Y la niña demuestra incluso una falta de respeto a temas tan importantes como la inmigración, por ejemplo.” La madre de Natali necesitó tomar tres respiros bien profundos antes de responder. Y es que ella, además de ser inmigrante, sacó una tesis doctoral sobre la inmigración. Natali ha aprendido a montar en bici durante torneos de futbol que organizaban clubes de América Latina, y hasta este momento se relaciona con niños de todas partes del mundo. La madre preguntó a su hija por qué no quería compartir todas estas experiencias con su clase. “Es que ellos se ponen a hablar para que pase el tiempo y que la profe no de la clase. Lo mismo que en Lengua. Le preguntan a la profe por su hijo y así se pasa la hora. A mí me aburre ésto.”  Natali llegó a entregar todos los trabajos y sacó un 7 al final del curso. Su madre no ha conseguido animarla a que rompa con la dinámica de aquel ambiente. No ha corregido a la profesora, y para mantener una buena relación con la escuela argumentó que la niña está pasando un momento un poco delicado. Tanto a esta profesora como a la de , no les dio tiempo para terminar el programa previsto.

Autoritarismo

La tutora de Bruno, un chico de 2º de ESO, solicitó hablar con su madre a finales de Octubre. Trajo a la reunión la ficha de seguimiento del alumno, la cual contenía múltiples anotaciones sobre las faltas de las tareas, escasez de atención, falta de material. El tono de la reunión ha sido amigable, la profesora ha sido muy decidida en cuanto a las medidas que hay que emprender, aseguró a los dos que están a tiempo para corregir las faltas indicadas por los profesores. Preguntó a Bruno a qué notas aspira, y éste respondió que se siente capaz de sacar puntuaciones entre el 7 y el 8. Se acordó que durante un tiempo habrá un compañero que le revisará las anotaciones, y que más adelante seguirán comunicándose la profesora con la madre mediante correo electrónico. Después de dos semanas la profesora prohibió a los compañeros seguir ayudando a Bruno, alegando que es hora de que éste demuestre su responsabilidad. No comunicó más quejas a la madre, pero suspendió a Bruno en Diciembre.

Estos ejemplos abordan una discusión menos explícita que ha sido levantada en torno al rol de la escuela y las herramientas que ésta emplea en la socialización de los niños. Enfocar el aprendizaje en el continuum corrección de errores, construir las relaciones con los alumnos a partir de su miedo o incluso una clara animosidad, conformarse con una respuesta mediocre que asegura la posibilidad de seguir con la idea que defiende el profesor, imponer formas de actuar donde falta la autoridad, son modos de desenvolverse en la realidad, conveniencias sociales y maneras de pensar que los profesores transmiten a través de los llamados currículo oculto. Y es que a pesar de que todos emplean una serie de ejercicios y pruebas para evaluar a los alumnos de manera objetiva, la planificación de estas pruebas y su aplicación implica una serie de acciones muy subjetivas que van desde establecer las preferencias temáticas hacia influir en la respuesta del alumno concediéndole una serie de privilegios o pegas en el tratamiento de la información o puesta en marcha de su respuesta. La discusión acerca del currículo oculto ha tenido mucho impacto en los estudios culturales y de algún modo ayudó a desarrollar otra de las líneas muy en boga en el ámbito de los estudios sobre el papel del profesor en el proceso de aprendizaje: el clima en el aula.

Los casos que se cita en este artículo son tan reales como los datos de las encuestas. Ambas perspectivas esbozan una parte absolutamente diferente de la anomalía del fracaso escolar, pero las dos siguen igual de parciales e igual de necesitadas una de otra. Si bien es cierto que la promoción y el desarrollo de los alumnos no depende sólo de los docentes ni es nuestra la labor de solucionar los problemas del mundo, resulta imposible obviar que somos nosotros quienes gestionamos el sistema de la formación y somos sus últimos ejecutores. Y si son el estrés, la falta de motivación, la escasez de medios, y muchas tantas que siguen en la cola de quejas del profesor, si son éstos los impulsos que nos guían en el camino para alumbrar el futuro de estos jóvenes, no vamos a ninguna parte.

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