
Ni en Canarias ni en medio mundo (o casi entero) resultó imposible durante la semana pasada escapar al comentario sobre el horror que viven los refugiados sirios que huyen de una guerra que dura ya más de cinco años. La foto del niño Aylan Kurdi, muerto a orillas de una playa turca ha provocado una reacción internacional sin precedentes. ¿Y por qué ahora? ¿Y por qué no antes?
La guerra en Siria, como los enfrentamientos en El Líbano, el estado fallido de Libia, la insoportable situación para muchos afganos en sus país, o el caos que vive Egipto provoca, con la lógica del sentido común, que cientos de miles de personas abandonen sus hogares, su país, camino de una Europa hasta ahora muy poco sensible a su sufrimiento. ¿Cuántos niños han muerto en la guerra de Siria? ¿Cinco mil, diez mil, quince mil? ¿Y por qué ahora se producen estas movilizaciones masivas?
Estamos ahítos de ver imágenes de desgracias humanas fruto de las guerras, pero la memoria es frágil. No hace tanto tiempo aquí, en Europa, en la antigua Yugoslavia que muchos conocimos se desató una guerra cruel, racista (1991-1995) que se llevó por delante a cientos de miles de personas y provocó millones de refugiados, también niños, ante la incompetencia de una Europa que como ahora se mira mucho al ombligo y amenaza convertirse en estatua de sal. Olvidamos entonces que a dos horas de vuelo de España, se masacró a poblaciones en Srebrenica, Sarajevo, Kosovo y tantos otros lugares. Y también vimos imágenes crueles, pero no hubo una reacción tan unánime. ¿Y por qué ahora? ¿Y por qué no antes?
Es posible que el poder de las redes sociales haya contribuido mucho a esta oleada de solidaridad. Ojalá sea de verdad y sincera, porque a quien no terminamos de creer es la clase política de este país, ni europea (hay que ver cómo ha cambiado el discurso el premier James Cameron) que de repente muestra un inusitado interés por ayudar a las víctimas de la guerra de Siria y otros países.
Uno que tiene mala memoria, sí recuerda que no hace mucho, aquí en Canarias, el presidente de turno se despachaba sobre la necesidad de un debate sobre la imposibilidad de albergar a inmigrantes ante la crisis económica. No recuerdo que ningún miembro de su partido le reprochara públicamente su delirante propuesta. Y puestos a recordar, y tampoco hace tanto tiempo, los cayucos traían a las islas a miles de africanos que huían de las guerras y la miseria de sus países (que están aquí al lado, por cierto) sembrando el mar de cadáveres. La solidaridad no estuvo al nivel de la tragedia ¿Y por qué ahora? ¿Y por qué no entonces?
Siendo pesimista, cabe pensar que esta oleada de solidaridad va a durar lo que un merengue a la puerta de un colegio, y que, una vez más, los europeos vamos a soportar la cutrez de nuestros dirigentes que hasta ahora tan solo han discutido sobre el papel “a cuantos refugiados nos toca”.
Siendo optimistas, es posible que de verdad la foto Aylan haya servido para remover conciencias sobre una tragedia que según los expertos no se daba desde la Segunda Guerra Mundial, que ya es decir. De momento, los ciudadanos de Alemania sí han dado muestras de una solidaridad sin ambages, y mostrando incluso en los campos de fútbol que el drama no les es ajeno.
Necesitamos hechos, no palabras, no políticos que se disputan un titular con ofertas cuantificadas de acogimiento a refugiados.
Olvidar dentro de unas semanas como se llamaba en niño de tres años que perdió la vida en una playa de Turquía huyendo del horror sería la muestra de que no hemos aprendido nada y volveremos a preguntarnos ¿Y por qué ahora? ¿Y por qué no entonces?