¿Quien tiene la culpa?

La forma en que afrontemos una situación difícil, de la naturaleza que sea, nos define. Podemos estar toda una vida hablando sobre actitudes y, de repente, encontrarnos con la verdad cara a cara.
En ese momento es donde descubrimos que de mucho que de lo que ocurre a nuestro alrededor podemos ser, en parte, responsables. Y si no lo somos, podemos serlo. Es lo que realmente puede marcar la diferencia.
Lo más sencillo es decir que no podemos hacer nada y apartarnos a un lado. Culpar a otros, al nivel que sea, de todo lo que va mal y quedarnos tan tranquilos. Es una actitud que practican muchos y que, suele ser fuente de la mayoría de nuestras frustraciones.
Porque cuando bajamos los brazos o apartamos la mirada estamos poniendo nuestra independencia y criterio en manos de otros, los que creemos que tienen la culpa de todo. Y esto les confirma lo que creen saber. Que eres manipulable y que van a poder hacer lo que quieran. Sin que tu digas nada.
Se llama indefensión y es un proceso que nos lleva a una vida de dependencia emocional en la que, nada de lo que hagamos, podrá cambiarlo.
¿Nada? ¡Qué va! Estoy cayendo en lo mismo que les comento. Siempre se puede cambiar la forma en que afrontamos nuestra vida. Cambiar nuestra actitud y pasar a tomar nuestras propias decisiones y manifestar aquello que pensamos que es justo o no.
Créanme, es genial. Puede que al principio nos cueste, no nos educan para ello. Puede que salir de esa “zona de confort” acolchada sea difícil en sus primeros pasos pero se puede conseguir.
Es ese el momento en que dejas de culpar y empiezas a actuar. Asumiendo la responsabilidad de lo que puedes y comprometiéndote con lo que crees que vale la pena.
Y ú ¿vas a seguir culpando a los demás?