Hoy es el día

“Las únicas personas realmente ciegas en la época de Navidad son las que no la tienen en su corazón”.
Hellen Keller
La mayoría de nosotros pasaremos la Nochebuena en familia, comiendo y bebiendo un poco más de la cuenta. Es de esperar que para casi todos sea una noche de reencuentro y de alegría. Eso también es lo habitual.
Todo esto a pesar de las consabidas historias -no digo que no sean ciertas-, acerca de los cuñados, los chistes malos o las conversaciones fuera de tono, sobre fútbol o política. Ocurren, seguro. Y forman parte de la decoración navideña.
Este tipo de reencuentros familiares, no siempre deseados, pueden ser una bomba de relojería si no hemos ido preparados para ello. Pero hoy aquí, mi intención es ayudar en el caso que se produjese la temida explosión, no tengamos que arrepentirnos de lo que digamos o hagamos.
Puede ocurrir que, al anticipar que algo no nos va gustar: el tío que siempre bebe más de la cuenta, las pullas de la mujer de tu hermano o las inconveniencias de tu propio hijo, estemos, de hecho, predisponiéndonos a que prenda la mecha.
Si, estoy planteando que, en estas ocasiones, podemos ser nosotros quienes estemos catalizando los momentos desagradables o incómodos de la cena de Nochebuena. Al esperar que ocurra estamos de hecho, provocando que lo haga.
Porque, pensemos ¿qué es lo importante esta noche? Estar juntos, la familia. En esta noche tan especial en la que los más mayores se cuestionan si será su última, y los más pequeños la viven como el principio de un período de sueños que pueden cumplirse.
Por esto la propuesta de hoy es simple. Esta noche seamos simpáticos y tolerantes. Y si metemos la pata, simplemente ¡disculpémonos! Hagámoslo con quien podamos haber ofendido. Es sencillo.
Solo ¡lo siento! Sin esperar nada a cambio.