Volar era su sueño
La muerte viaja con nosotros, es nuestra compañera más fiel, nos acompaña hasta el último aliento. Siempre nos conmociona la muerte de quienes conocemos y muchas veces de quienes sólo sabemos por el día de su fallecimiento. Dos jóvenes canarios, Javier Curbelo (sobrecargo) y Alejandro Álava (copiloto), perdieron la vida este fin de semana en un terrible accidente de aviación al sur de Rusia y junto a ellos otros 62 pasajeros.
No hay consuelo que pueda mitigar el dolor de sus familias y amigos, y quienes los conocían los definen como enamorados de su profesión: “Volar era el sueño de Alejandro, lo que le apasionaba”, “Javi consiguió su sueño, era el trabajo que deseaba”. Por eso, a pesar del dolor, nos preguntamos como en el poema de Pablo Neruda:
¿Quién muere?
Muere lentamente quien no viaja,
quien no lee,
quien no oye música,
quien no encuentra gracia en sí mismo.
Muere lentamente
quien destruye su amor propio,
quien no se deja ayudar.
Muere lentamente quien se transforma en esclavo del hábito
repitiendo todos los días los mismos trayectos,
quien no cambia de marca,
no se atreve a cambiar el color de su vestimenta
o bien no conversa con quien no conoce.
Muere lentamente quien evita una pasión y su remolino de emociones,
justamente estas que regresan el brillo
a los ojos y restauran los corazones destrozados.
Muere lentamente quien no gira el volante cuando esta infeliz
con su trabajo, o su amor,
quien no arriesga lo cierto ni lo incierto para ir detrás de un sueño
quien no se permite, ni siquiera una vez en su vida,
huir de los consejos sensatos…
