Ha nacido una estrella

Fueron más de 200 afortunados los que vivimos asombrados una propuesta escénica valiente, arriesgada, desvergonzada, simpática, a la vez que muy comprometida. Estábamos en el Círculo de Bellas Artes de Tenerife convocados para lo que, en teoría, era la presentación de la cuarta novela del escritor Pablo Martín Carbajal, Tal vez Dakar (de la editorial madrileña MAR Editor). Su tan esperada novela sobre una realidad que se ha trabajado durante los últimos veinte años como economista, primero en la Cámara de Comercio, posteriormente como Director General de África y Proexca en el Gobierno de Canarias. Imagínense si había hambre de conocer qué puede plasmar un político metido a escritor sobre tantos años vividos con un pie en África y el otro en el resto del mundo, o qué ha podido aportar el intelectual a la causa pública vinculada a su cargo institucional.
La convocatoria generó muchísima expectación, porque el autor es un ser muy relacionado y querido, y se ha preocupado de tejer una red muy sólida de relaciones con seres que lo disfrutan a ratos de forma exclusiva, y los hace sentir importantes para él.
Y así comenzó el acto, como una presentación convencional de una novela, media hora de conversación que entablamos, escudriñando algunas de las claves que llevaron al autor a esta obra, la primera, advirtió, de una etapa africana, en la que el protagonista, el joven Álvaro Camino empujado por su padre a ampliar en África el negocio familiar duramente castigado por la crisis. Y así apuntamos títulos como África en auxilio de Occidente, de Anne-Cécile Robert África camina, de Patrick Chabal y Jean-Pascal Daloz y La otra África, de Serge Latouche, tres de las muchas obras que recomienda para empezar a sumergirse en la auténtica realidad de un continente fascinante y tremendamente desconocido por la mayoría.
La conversación quedó intercalada por dos poemas, también en la obra, Cuaderno de retorno a un país natal, de Aimé Cesaire y Mujer negra, de Leopold Senghor, que leyó Juancho Aguiar (actor y una de las voces más conocidas de la industria audiovisual de Canarias).
Y, con su estatura rascaciélica y voz grave, profunda, intimidante y cálida a la vez, Martín Carbajal nos abrió la cabeza sobre la negritud, sobre la influencia del arte africano en los movimientos de la vanguardia europea de primeros años del siglo XX, sobre Las señoritas de Avignon de Picasso y los manifiestos dadaístas y surrealistas.
Había anunciada una puesta en escena de uno de los fragmentos de la novela, y sobre el escenario desplegada esperaba una banda, Malandra, (piano, bajo, batería, guitarra) y, delante de los músicos, dispuesto un atril con unas cuartillas, una silla de madera sobre cuyo costado descansaba una gorra y, sobre el micro, una máscara, el elemento central de Tal vez Dakar, la clave de toda la novela. Lo que ocurrió a partir de ese momento fue impresionante. El autor de deshizo de su chaqueta para quedarse con su camiseta verde, amarilla y roja (la bandera de Senegal) y comenzó a recitar, perdón, a gritar, a interpretar, megáfono en mano, él mismo el fragmento dadaísta más potente de toda la obra:
“—¡Todos ustedes están acusados! —gritó Francis Picabia
desde el escenario, llevaba un pantalón ancho y desgastado y una
camisa sin cuello—. ¡Levántense ingratos! —agitó violentamente
las manos para que el público que llenaba la sala reaccionara—,
el orador no puede hablar si no están de pie. Levántense cual si
estuvieran frente a la bandera; levántense, de pie frente a Dadá que
representa la vida, y que les acusa. ¡Les acusa! —repitió elevando
aún más la voz—, les acusa de burgueses, sí; yo les acuso de
burgueses, de morales y de lógicos. ¡Síiii! ¡Yo les acuso, burgueses,
morales, lógicos! ¡Me dan asco! ¡Apestan más que una boñiga de
vaca! —“.
La música, a ratos violenta, a ratos de jazz, acompañó a un transformado Martín Carbajal en la siguiente media hora trepidante, emotiva, energética, con un entusiasmo que jamás hubiera vinculado a un hombre que minutos atrás yo mismo había definido como “enigmático”. De eso nada, la noche de este miércoles nació una estrella. De él mismo dependerá qué quiere hacer con su carrera y su vida, pero su evolución en el escenario, sus maneras desvergonzadas, su rotundidad en la interpretación, su dominio del escenario, su capacidad para contagiar entusiasmo y diversión apuntan maneras a una carrera que nada tiene que ver con la política.
Ha sido uno de los mejores regalos que me han hecho en los últimos años, precisamente en el Día de África. No pudo haber tenido un mejor parto esta novela Tal vez Dakar: brutal, salvaje, escalofriante, esperanzador. Para mi ya es uno de los títulos de referencia de este verano y, probablemente, de todo el año. Les invito a descubrirla.
PARA SABER MÁS: Perfiles oficiales de @talvezdakar en Facebook y Twiter. (comenta en redes qué te parece la novela con el hastag #talvezdakar)
jose antonio
26 mayo, 2016 en 21:09
Magnífica crónica, Juanma. Un abrazo a los dos
Rafael Mesa
27 mayo, 2016 en 08:39
Excelente crónica enhorabuena!! Un abrazo amigo.