Africa 3.0

Ken Bugul: “Si mis libros hubieran salido con mi nombre real, me habría quedado sin marido y sin trabajo”

Ken Bugul no se llama Ken Bugul. En realidad es un seudónimo, el nombre literario de la senegalesa Mariètou Mbaye Biléoma. Ella nació en 1947, pero Ken Bugul llegó algo más tarde, en 1982, el año en el que publicó El baobab que enloqueció. Es la primera novela autobiográfica de la que se tiene noticia escrita por una mujer africana y musulmana. “Si ese libro hubiera salido con mi nombre real, en Senegal hubiera tenido un problema: me habría quedado sin marido y sin trabajo”, explica esta escritora nacida en Ndoucoumane y que explora en su narrativa los dilemas de las mujeres en África y en la diáspora africana. Conversamos con ella en el festival Periplo celebrado en Puerto de la Cruz (Tenerife).

En lengua wolof, el idioma mayoritario en Senegal, donde es hablado por más de seis millones de personas, Ken Bugul puede traducirse como “aquella que no es querida” o “aquella a la que nadie quiere”. Es a la mujer lo que al hombre el vocablo “amunacar”, sinónimo de “sin esperanza”, para aquellos recién nacidos varones que llegan al mundo después de que su madre haya sufrido algún aborto o el fallecimiento de otros bebés.

Las historias del baobab que se volvió loco ponen en cuestión el mito casi intocable de la madre en Senegal y en muchos lugares de África. Ken Bugul explica que trató de contarlo como le ocurrió a ella en la infancia. “Cuando nací, mi padre ya tenía 85 años y cuando yo tenía cinco años mi madre nos abandonó. Me dejó con un padre de noventa años y ciego en la casa familiar. Ese desgarro por la falta de una madre está en todo lo que me ocurrió luego en la vida”, recuerda la escritora senegalesa, autora también de Mis hombres y yo, La locura y la muerte, Cacofonía y La moneda de oro. En el año 2000 Ken Bugul obtuvo el Gran Premio de Literatura del África Negra por su obra Riwan o el camino de arena, una novela controvertida en la que defiende sin reparos la poligamia encajada en la tradición.

“Fui la primera mujer de mi familia que pudo ir a la escuela. Con 23 años logré una beca para estudiar en Bélgica y fue en Europa donde me encontré con la decepción de mi vida”, recuerda Ken Bugul. “Allí era marginada por el hecho de ser africana, por ser negra, y aunque hice un esfuerzo por integrarme, siempre tenía que hablar de África. A mucha gente que conocía solo le interesaba que le contara de África y no de mi vida. Supongo que una mujer africana tenía que cumplir con ese esquema de ser africana y ser mujer”.

Con el viento en contra y sin haber conquistado el derecho “a sentirme como una mujer, una ciudadana europea más”, Ken Bugul decidió regresar a África, a Senegal. “En Bélgica viví tres años en los que me destruí entre drogas y sexo porque solo quería ser aceptada por esa nueva sociedad europea. Y fue ahí, en ese momento, cuando decidí regresar a Senegal, pero tampoco en mi país fui aceptada, porque no volví rica ni rodeada de éxitos”.

Tiempo después la aún no escritora consiguió una segunda beca para estudiar en Francia y allí conoció a un hombre de negocios que, de pronto, pasó a humillarla todos los días. “Me prohibía hablar con otros hombres, pero sobre todo con los hombres de raza negra. Acabé en un psiquiátrico. Será que en África el diablo es blanco”, ironiza la senegalesa, quien entonces decidió volver por tercera vez a su país. Y casi fue peor el remedio que la enfermedad. “Me tomaron por loca, decían que estaba poseída por el diablo”, recuerda Ken Bugul. Vivía en la calle y en las calles empezó a escribir lo que luego fue El baobab que enloqueció. “Yo tenía 33 años y el resto de lo que vino después está en mis libros”.

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