Africa 3.0

El rock tuareg enciende Womad

Por Carlos Fuentes

La tormenta del desierto no cesa. Después de situar el blues en el centro del tablero de las músicas étnicas, después también de abrir los mercados europeos con voces de mujeres combativas, ahora llega el rock. Un rock de guitarras afiladas que viene a convertirse en el relevo de nombres esenciales como Ali Farka Touré o el grupo Tinariwen. Precisamente la banda del norte de Malí que lideran el guitarrista Ibrahim Ag Alhabib y el bajista Eyadou Ag Leche son el punto de partida de Kel Assouf, el conjunto de Níger que anoche prendió la mecha del tercer Womad  Fuerteventura.

El festival de las músicas del mundo cumple su tercer otoño en la isla majorera y, por lo visto ayer, el público isleño continúa pendiente del desembarco de artistas más o menos conocidos por la gran masa. Ya se sabe que Womad es un festival de franquicia en el que se suelen combinar buenos ratos con otros no tanto, pero es de agradecer la continuidad de este escaparate musical que permite al ciudadano de a pie conocer ritmos que, de otra forma, apenas sonarían en ninguna playa canaria.

Y la de Gran Tarajal, con su añejo paseo marítimo trufado de terrazas donde igual te comes un calamar seco que una tapa de carne de cabra, facilita el paseo continuo entre dos escenarios instalados a ambos lados de la playa. Allí comenzó la música con el blues de Bocinegro Downhone y el buen rollo de Ciempiés Ni Cabeza, las dos propuestas locales que este año disfrutan de esa media hora de gloria que Womad reserva a grupos canarios en la franja inicial. Después del aperitivo empezó lo serio.

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Kel Assouf

Se esperaba bastante de Kel Assouf, el inflamable proyecto radicado en Bruselas que encabeza el guitarrista y cantante tuareg  Aboubacar ‘Anana’ Harouna. Y no defraudó su rock incendiario, a un volumen de espanto, casi rock heavy, que llenó el escenario pequeño como si de exorcismo público se tratata. Dijo antes de cantar el músico de Níger que venía a levantar la voz por los refugiados, por los olvidados en el desierto, por la injusticia de una guerra, la del norte de Malí, que ya no es noticia a este lado del mar. Dedicó una canción al movimiento independentista Azawad, pero lo que realmente conmovió fue verle agitar su guitarra como si fuera machete en la interpretación de “Europa”. Su bofetón sonoro al ensimismamiento y a las fronteras invisibles del universo político que Anana Harouna conoce desde su residencia en la diáspora africana en Bélgica: “Nuestros ancestros también fueron refugiados”.

Kel Assouf, que en lengua tamashek puede traducirse “con nostalgia”, defendió los derechos del migrante y en cierto modo anticipó el contenido del manifiesto anual del festival Womad, que poco después leyó la periodista Lara López: “No podemos consentir que nuestra Europa se desentienda ante la dramática crisis de los refugiados”, expresó la voz de Radio 3. “Como ciudadanos sensibles que somos, como amantes de un festival que tiene entre sus principios el de la solidaridad y la tolerancia entre los pueblos, debemos ser exigentes para que Europa no de la espalda a estas personas que sufren el drama de la huida. No podemos consentir que horribles sentimientos xenófobos y racistas estén triunfando sobre la concordia y la solidaridad. Nos corresponde a las personas que formamos esta comunidad revelarnos contra eso, cada uno con su contribución personal. Nosotros, todos, desde aquí, con este pronunciamiento”.

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Pat Thomas

Más sosegado es el discurso musical de Pat Thomas. Cosas de la edad, de las tablas acumuladas y de un éxito sobrevenido que no ha desorientado a este artista veterano de la escena highlife en Ghana. Rescatado para el público europeo por la disquera británica Strut, el cantante del barrio de Kwashibu (cuyo nombre verdadero es Nana Kwabena Amo Mensah) vino a ver publicado el año pasado su primer disco con una distribución internacional. Pero él no es un recién llegado a este negocio: el álbum de debut de Pat Thomas aquí en Europa es el décimosexto de su carrera, así que la cosecha para elegir es generosa y ahora acaba de rescatar sus grabaciones históricas de highlife y afrobeat en la antología “Coming home (1964-1981)”, disco doble recién salido del horno que ayer cotizaba en Womad como pan caliente.

Apóstol del highlife, ataviado con una suerte de túnica blanca al modo de los santeros yoruba, Pat Thomas no tuvo que levantar la voz para encandilar con su música de guitarras sinuosas, con una percusión de sabor latino y una sección de vientos que igual encajaría en un cabaret de La Habana. En una hora sonaron media docena de canciones, casi a cuarto de hora la pieza en títulos clásicos como “Gyae Su” o “Mewo Akoma”, mientras en el ambiente flotaba una sensación de tiempo detenido en la gloriosa época de las músicas highlife y afrobeat en los años 70 y 80.

Con unas cinco mil personas sobre la arena, Womad cerró la vertiente africana del primer día de su tercer festival en Fuerteventura. Para esta noche están previstas las actuaciones de la cantante mauritana Noura Mint Seymali, del acordeonista caboverdiano Bitori con el tocador de ferrinho Chando Graciosa y del grupo malí Ngoni Bâ que lidera Bassekou Kouyaté. Si la lluvia lo permite, pero ese es otro cantar.

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