Nubes y claros sobre Womad

Por Carlos Fuentes
Pasó Womad y ya van veintidós. El festival de las músicas del mundo escribió este fin de semana su tercera convocatoria en Fuerteventura. Con este de Gran Tarajal acumula más de veinte ediciones en Canarias, donde parece que ya es costumbre que cada noviembre pase dejando una sombra de continuidad sobre ediciones venideras. En cualquier caso, las músicas étnicas, el rock, la electrónica y el pop fueron las protagonistas de un fin de semana que se recordará, entre otras cosas, por el descubrimiento canario del veterano acordeonista caboverdiano Bitori, la aparición jugando casi en casa de la mauritana Noura Mint Seymali y la confirmación de que Bassekou Kouyaté actúa ya en las grandes ligas.
Victor Tavares es conocido en las islas de Cabo Verde por el sobrenombre de Bitori. Suyo es un capítulo importante de la aparición actual de estilos musicales caboverdianos que siempre estuvieron en un segundo plano por la explosión de la morna que paseó Cesária Évora, la voz que puso a las diez islas africanas en la primera división de las músicas del mundo. Lo de Bitori, no obstante, es otra cosa. Lo suyo es el funaná, estilo musical festivo asociado a las clases populares de su país. Música y baile al modo tradicional expresados a partir del contagioso despliegue del acordeón, el instrumento que Victor Tavares se llevó a su isla natal de Santiago después de haber emigrado de joven a San Tomé y Príncipe.
Ahora que Bitori frisa los setenta, un guiño del destino (y un importante altavoz occidental: la disquera alemana Analog Africa y el certamen Vis à Vis organizado por Casa África en la ciudad de Praia) le ha puesto encima de un escenario de festival para mostrar al mundo que no solo de la melancólica morna vive el hombre. Acompañado por el cantante Chando Graciosa, intérprete también de ferrinho, una barra metálica que rasca a modo de botella, y dos percusionistas, Bitori interpretó funanás tradicionales, canciones nuevas que Analog Africa acaba de publicar en Frankfurt en un disco single de vinilo e incluso rescató a ritmo agitado Sodade, el ya clásico de Tito Paris con el que Cesária Évora enamoró al mundo. De Bitori fueron algunos de los mejores momentos bailables de Womad en Fuerteventura, en el mismo escenario de playa en el que también brilló la cantante carioca Flavia Coelho, conocida en África por su reciente colaboración discográfica con el senegalés Cheikh Lô.
En la tarima principal, la segunda jornada de Womad Fuerteventura tuvo protagonismo triple de las músicas africanas. A primera hora de la noche actuó la cantante mauritana Noura Mint Seymali, heredera de la rica tradición griot de su país que destapó su madre Dimi Mint Abba y que ahora Noura comienza a mostrar en los escenarios internacionales. Su grupo, liderado por su marido y guitarrista Jeiche Ould Chighaly, intenta modernizar el acervo sonoro del haul, la música popular saharaui. Sonidos de Mauritania que oscilan entre la canción tradicional y la experimentación con el rock y, por momentos, psicodelia. Su recital congregó a una nutrida parroquia de migrantes mauritanos y saharauis sobre la arena amarilla de Gran Tarajal y fue tal el éxito, y la devoción que genera Noura Mint, que la cantante hubo de salir luego a saludar al público. Y se hizo fotos con familias enteras.
Ya en horas de madrugada, el concierto de cierre de este tercer Womad en Fuerteventura vino a confirmar que el maliense Bassekou Kouyaté juega ya en las grandes ligas de las músicas étnicas en Europa. Se curtió durante años de experiencia junto al desaparecido Ali Farka Touré y fue imposible no acordarse del guitarrista de Niafunké, protagonista de uno de los mejores conciertos de la historia canaria de Womad en la edición celebrada en 1997 en Playa del Inglés: Van Morrison, Enrique Morente, Natacha Atlas… qué tiempos.
Ahora Bassekou Kouyaté aprovecha la audacia de electrificar el ngoni, ese pequeño laúd fabricado con una calabaza y piel de chivo, para convertir sus actuaciones en verdaderos despliegues eléctricos que, si bien rebajan el encanto de la tradición del ngoni maliense, garantiza un concierto vibrante. Vino Bassekou acompañado por su esposa, la cantante Amy Sacko, y por su hijo Mustapha, que toca el ngoni adaptado como bajo. Llegaron algo cansados después de ocho horas de viaje desde Bamako, pero se marcharon satisfechos antes de abordar la gira europea de otoño con recitales en países del norte del continente.
Estación de paso, Womad mostró otra vez su catálogo de músicas migratorias en una edición que, en lo social, recordó la situación de los refugiados que tocan a las puertas de Europa. Está por ver si el año próximo los sonidos del mundo vuelven a posarse sobre la arena de Gran Tarajal, como ha ocurrido cada otoño, con un festival de crédito que no viva tan pendiente de los despachos como lo estuvo esta vez de la tormenta en la playa.